martes, 25 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad. Charles Dickens


Con este fantasmal librito he procurado despertar al espíritu de una idea sin que provocara en
mis lectores malestar consigo mismos, con los otros, con la temporada ni conmigo. Ojalá encante
sus hogares y nadie sienta deseos de verle desaparecer.
Su fiel amigo y servidor,
Diciembre de 1843
CHARLES DICKENS


EL FANTASMA DE MARLEY

"Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El clérigo, el
funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su
enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en
el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El viejo Morley estaba tan
muerto como el clavo de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de
una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un  ataúd  como el más
muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros
ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir
enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muetto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían
sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único
administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que
llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió
siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él
a precio de ganga.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de
que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no
habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente
convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría
nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como
para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier
otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar
oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí seguía sobre la entrada del
almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley».  Algunas
personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, «Marley»,
pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba,
tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedemal al que ningún
eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una
ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz
puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado

sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en
su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su
despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni
un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calenta.rle,
ningún frío invernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que
cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias del
tiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podrían presumir
de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que
Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge,
¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño
le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola
vez en su vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban
precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como
diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!»
Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era preicsamente lo que le gustaba. Para él era una
«gozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento
de simpatía humana que guardase las distancias"

jueves, 20 de diciembre de 2012

Citas de Alejandro Jodorowsky

A veces perder es ganar y no encontrar lo que se busca es encontrarse.

Cada segundo es la eternidad.

Cuando se abre una flor, es primavera en todo el mundo.

El silencio no tiene límites para mí; los límites los pone la palabra.

El sol, para brillar, no necesita ni esperanza.

Haz lo que estas haciendo lo mejor posible.

He aprendido a hablar murmurando en tus oídos.

Lo que busco me persigue.

Nadie se ha destruido a sí mismo para hacer un poema. Nadie.

Ni tan rápido que alcances la muerte ni tan lento que ella te alcance a ti.

No establezcas amistades inútiles.

No me agradezcas lo que te he dado; me ha sido dado para ti.

No me gusta el arte que diviniza el ombligo de quien lo practica.

Oigo lo que dices en lo que no dices.

Por amor, no solo copiamos los valores de nuestros padres, sino también sus enfermedades.

Tú me maldices y yo te bendigo.

martes, 18 de diciembre de 2012

Catulo






Si alguna vez le sucede a uno algo que ardientemente desea y no espera, le es especialmente grato a su corazón

CATULO

domingo, 16 de diciembre de 2012

Instrucciones para amar una persona. Julio Cortázar.

Pósese justo frente a la persona que se quiere amar. Mírela a los ojos, sonría delicadamente, no exagere. Haga lento el abrir y cerrar de ojos: baje lentamente los párpados, súbalos de igual forma. Así durante todo el procedimiento.
Tome lentamente su cara y acérquela a la propia; inmediatamente verá la fusión de labios. Con suavidad, abra la boca y mezcle las lenguas, manteniendo las manos sobre la cara. Luego de algunos segundos sentirá una reacción química que liberará energía calórica, pero no se precipite, prosiga con las instrucciones. Tranquilamente aparte las manos de la cara del ser amado, deslizándolas suavemente por los hombros hacia abajo, hasta llegar a la espalda.
Abrazar fuerte.
Continúe con los procedimientos anteriores, verá que no experimentará ninguna dificultad para realizar estos pasos al mismo tiempo. Relaje las piernas y los brazos, sosténgase de pie sobre la persona que se quiere amar, verá que es el mejor soporte posible.
Apague o disminuya la luz, el ambiente será más tranquilo.
Aproxímese a una cama, preferentemente hecha sólo de sábanas. No se preocupe por las almohadas, sus propios torsos cumplirán esa función perfectamente.
No se apresure, póngase, despacio, en posición horizontal, guíe al amado a ponerse en la misma posición, de manera que los dos queden acostados y de costado, mirándose una vez más.
No deje nunca de abrazar.
En silencio, recuéstese sobre el torso ajeno y déjese reposar un buen rato.
La oscuridad le dará una sensación muy pacífica de la realidad y limitando la visión y el oído, podrá disfrutar de los sentidos que suelen dejarse relegados: el tacto, el olor, el gusto. Mantenga el abrazo, pero no se quede dormido, el sueño bien podrá experimentarse despierto.
Admirar todo lo que guste, deleitarse con las más inocentes excusas, detener el tiempo mientras se ve a la persona amada hacer algo tan simple como hablar, fruncir el ceño o jugar infantil y tiernamente con un peluche. Agregue dulzura a gusto. Añada sonrisas, payasadas y bromas (las lágrimas no hacen mal si están medidas en proporción y están bien batidas con amor), regalos insignificantes como un beso en un momento inesperado o un papel escrito a las apuradas. Pueden ser valorados más que una joya.
 Consejo: las caricias y besos extras a lo largo de todo el procedimiento producirá un mejor efecto y mejor resultado. No olvide las miradas.
Secreto: Esta receta es especial para noches de lluvia; el sonido de las gotas rompiendo el silencio conforma una atmósfera imperdible.


Historias de Cronopios y de Famas.
Julio Cortázar.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El fin.





El Fin es un corto de animación realizado por Hampa Studio, un estudio  dedicado desde hace diez años al mundo de la publicidad. La idea del corto es de Álex Fernandez y con guión de César Sabater. Combina  3D con fondos tradicionales que parecen acuarelas y  unos bonitos tonos pastel.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Amor de tarde.

AMOR DE TARDE


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.
Mario Benedetti

sábado, 8 de diciembre de 2012

La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza

Nos casamos una mañana primaveral a principios de abril.
¿Por qué? ¿Qué me impulsó a tomar una decisión tan alocada? Lo ignoro. Aun ahora, que tantos años he tenido para reflexionar, mis propios actos siguen pareciéndome una incógnita. ¿Amaba a María Coral? Supongo que no. Supongo que confundí (mi vida es una incesante y repetida confusión de sentimientos) la pasión que aquella joven sensual, misteriosa y des­graciada me infundía, con el amor. Es probable tam­bién que influyera, y no poco, la soledad, el hastío, la conciencia de haber perdido lastimosamente mi ju­ventud. Los actos desesperados y las diversas formas y grados de suicidio son patrimonio de los jóvenes tris­tes. Inclinaba, por último, el fiel de la balanza la in­fluencia de Lepprince, sus sólidas razones y sus per­suasivas promesas.
Lepprince no era tonto, advertía la infelicidad en su entorno y quería remediarla en la medida que le permitían sus posibilidades, que eran muchas. Pero no conviene exagerar: no era un soñador que aspirase a cambiar el mundo, ni se sentía culpable de los males ajenos. He dicho que acusaba en su interior una cier­ta responsabilidad, no una cierta culpabilidad. Por eso se decidió a tendernos una mano a María Coral y a mí. Y ésta fue la solución que juzgó óptima: María Coral y yo contraeríamos matrimonio (siempre y cuan­do, claro está, mediara nuestro consentimiento), con lo cual los problemas de la gitana se resolverían del modo más absoluto, sin mezclar por ello el buen nom­bre de Lepprince. Yo, por mi parte, dejaría de traba­jar con Cortabanyes y pasaría a trabajar para Lep­prince, con un sueldo a la medida de mis futuras ne­cesidades. Con este sistema, Lepprince nos ponía a flote sin que hacerlo supusiera una obra de caridad: yo ga­naría mi sustento y el de María Coral. El favor prove­nía de Lepprince, pero no el dinero. Era mejor para todos y más digno. Las ventajas que de este arreglo sacaba María Coral son demasiado evidentes para de­tallarlas. En cuanto a mí, ¿qué puedo decir? Es segu­ro que, sin la intervención de Lepprince, yo nunca ha­bría decidido dar un paso semejante, pero, recapaci­tando, ¿qué perdía?, ¿a qué podía aspirar un hombre como yo? A lo sumo, a un trabajo embrutecedor y mal pagado, a una mujer como Teresa (y hacer de ella una desgraciada, como hizo Pajarito de Soto, el po­bre, con su mujer) o a una estúpida soubrette como las que Perico Serramadriles y yo perseguíamos por las calles y los bailes (y deshumanizarme hasta el ex­tremo de soportar su compañía vegetal y parlanchina sin llegar al crimen). Mi sueldo era mísero, apenas si me permitía subsistir; una familia es costosa; la pers­pectiva de la soledad permanente me aterraba (y aún hoy, al redactar estas líneas, me aterra...).
-La verdad, chico, no sé qué decirte. Tal como lo planteas, en frío...
-No hace falta que me descubras grandes verda­des, Perico, sólo quiero que me des tu opinión.
Perico Serramadriles bebió un trago de cerveza y se limpió la espuma que había quedado adherida a su bigote incipiente.
-Es difícil dar una opinión en un caso tan insóli­to. Yo siempre he sido del parecer de que el matrimo­nio es una cosa muy seria que no se puede decidir a las primeras de cambio. Y ahora tú mismo dices que no sabes con seguridad si estás enamorado de esa chica.
-¿Y qué es el amor, Perico? ¿Has conocido tú el verdadero amor? A medida que pasa el tiempo más me convenzo de que el amor es pura teoría. Una cosa que sólo existe en las novelas y en el cine.
-Que no lo hayamos encontrado no quiere decir que no exista.
-Tampoco digo eso. Lo que te digo es que el amor, en abstracto, es un producto de mentes ociosas. El amor no existe si no se materializa en algo corporal. Una mujer, quiero decir.
-Eso es evidente -admitió Perico.
-El amor no existe, sólo existe una mujer de la que uno, en determinadas circunstancias y por un pe­ríodo de tiempo limitado, se enamora.
-Vaya, si lo pones así...
-Y dime tú, ¿cuántas mujeres se cruzarán en nues­tra vida de las que podamos enamorarnos? Ninguna. Todo lo más, planchadoras, costureras, hijas de po­bres empleados como tú y como yo, futuras Dolore­tas en potencia.
-No veo por qué ha de ser así. Hay otras.
-Sí, ya lo sé. Hay princesas, reinas de la belle­za, estrellas de la pantalla, mujeres refinadas, cultas, desenvueltas... Pero ésas, Perico, no son para ti ni para mí.
-En tal caso, haz como yo: no te cases -decía el muy retórico.
-¡Fanfarronadas, Perico! Hoy dices esto y te sien­tes un héroe. Pero pasarán los años estérilmente y un día te sentirás solo y cansado y te devorará la primera que se cruce en tu camino. Tendréis una docena de hijos, ella se volverá gorda y vieja en un decir amén y tú trabajarás hasta reventar para dar de comer a los niños, llevarlos al médico, vestirlos, costearles una deficiente instrucción y hacer de ellos honestos y po­bres oficinistas como nosotros, para que perpetúen la especie de los miserables.
-Chico, no sé..., lo pintas todo muy negro. ¿Tú crees que todas son iguales?
Me callé porque había pasado ante mis ojos el re­cuerdo ya enterrado de Teresa. Pero su imagen no cam­biaba mis argumentos. Evoqué a Teresa y, por prime­ra vez, me pregunté a mí mismo qué había represen­tado Teresa en mi vida. Nada. Un animalillo asusta­do y desvalido que despertó en mí una ternura inge­nua como una anémica flor de invernadero. Teresa fue desgraciada con Pajarito de Soto y lo fue conmi­go. Sólo recibió de la vida sufrimientos y desengaños; quiso inspirar amor y recogió traiciones. No fue cul­pa suya, ni de Pajarito de Soto, ni mía. ¿Qué hicie­ron con nosotros, Teresa? ¿Qué brujas presidieron nuestro destino?

jueves, 6 de diciembre de 2012

Terra Nostra. Carlos Fuentes


"Mis difuntos son todos los antepasados que recuerdo (muy pocos) y todos los que no puedo recordar (la inmensidad). Soy quien soy gracias a ellos. Pero cito especialmente a mis abuelas. Cuando tenía cuatro años llegué a Washington D.C., asistí a la escuela pública y mis padres me exigieron que cada verano volviera a México y me quedara con mis abuelas para no olvidar el español. Así que les debo a ellas la lengua. Una era de Veracruz, la otra de Sonora -dos extremos de México y dos personalidades muy distintas. La madre de mi padre era alemana, muy estricta y disciplinada. Su marido quedó paralítico y ella abrió una pensión y cada domingo íbamos a las pirámides, lo cual fue algo esencial en mi formación. Era maravillosa, una personalidad severa, y no hacía chistes ni nada por el estilo. La veneraba tanto como a mi otra abuela, que mantuvo a sus tres hijas cuando su marido murió y se hizo profesora de repostería, de la gran repostería mexicana. Su viejo amigo Álvaro Obregón fue presidente de México -cuando era niño llevaba la leche a casa de ella-, y le pidió un puesto en la Secretaría de Educación que dirigía el gran José Vasconcelos. Y así se volvió inspectora de escuelas. Después consiguió marido para cada una de sus tres hijas, pero era un infierno para los yernos, a los que chinchaba y regañaba. Uno de ellos era general y una vez le dijo: "Sólo ha tenido batallas conmigo, general, y las ha perdido todas". Y a los otros les decía "¿No los educaron en su casa?".

Se llevaba muy bien con mi padre, pero era como un pájaro que picoteaba la grandeza de otros hombres. Sin embargo, sus hijas la querían tanto como sus nietos. Era del norte del país, del pueblo minero de Álamos y de Mazatlán, la ciudad del poeta; con miles de recuerdos. Y me hizo leer a Eça de Queirós. Cuando hice la transición de las lecturas infantiles a las de adultos, ella me acompañó y decía que tenía que leer a Eça de Queirós; que era muy importante. Mi otra abuela me daba horrorosos libros para niños, que trataban de muertes y mutilaciones y secuestros. Se titulaban Las tardes en la granja y un anciano que se llamaba Palemón se sentaba con los niños y les contaba aquellas historias horripilantes. Para mí estas fueron dos influencias muy importantes, aparte de muchas otras, pero quería elegir a estas dos. Las abuelas siempre se quedan con uno, después te vas con Faulkner."

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Ernesto Cardenal

Lo dijo en entrevista:

P: Cuando me dirigía a nuestra cita, venía pensando en lo mal que están las cosas para tanta gente. ¿Cabe decirle algo nuevo que sirva para darle esperanza? ¿Tiene usted alguna idea?

R:Pues yo le diría lo que se ha dicho desde hace tiempo: el Evangelio, el anuncio del reino de Dios, del reino de los cielos en la tierra. Y recordar de nuevo lo que anunció el marxismo: una sociedad nueva, justa y sin clases. La sociedad comunista perfecta… que viene a ser lo mismo que el reino de Dios en la tierra. Yo no tengo otra cosa que predicar que el cristianismo y el marxismo, que para mí son la misma cosa. (El País)


Yo que he tenido la mala suerte
de que Dios se enamorara de mí.
versos de Ernesto Cardenal

martes, 4 de diciembre de 2012

La Tierra como arte.


Peninsula de Dardzha, Turkmenistan.


Montañas Atlas, Marruecos.


Delta del río Lena, Rusia.


Cañón Desolación, Estados Unidos.


Bahía Bombetoka, Madagascar.


Abanico fluvial, China.
 La Tierra como arte es el titulo de un libro editado por la NASA con fotografías tomadas por los satélites Landsat 5 y 7, Terra, Aqua, y Earth Observing-1 (EO-1). Se puede comprar en la en la librería del gobierno de los Estados Unidos a un precio de 61,60 dólares. Tambien esta disponible en formato PDF y en un app gratuita para iPad.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Tango y ajedrez.

A todos los que vieren y entendieren. Desocupado lector: ruego a vuesa merced, sin correrme (avergonzarme), aplique vuesa indulgencia a  la libertad que ha tomado, este pobre bachiller,  de escribir, de diferente manera, esta modesta glosa después de holgarse con tan impar y vien compuesta novela. Vale.
En primer lugar, me gustaría, queridos lectores, pediros disculpas por esta pequeña “broma” de carácter filológico con la que he querido encabezar la reseña de “El tango de la Guardia Vieja” última y recién publicada novela del escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte. Y he comenzado de este modo tan atípico y peculiar para, de alguna manera, resaltar y hacer patente el inefable placer, tanto estético como literario, que me ha producido su lectura atenta y minuciosa lectura. Tengo que confesaros que ayer terminé su segunda lectura cuando me sorprendieron las primeras luces del alba, porque tras su primera lectura quedé, y lo digo con toda honestidad, literalmente fascinado e impactado por ésta en apariencia sencilla historia, pero que oculta una densa y compleja arquitectura narrativa. Precisamente uno de cuyos grandes méritos es que hace parecer sencillo lo complejo y meritorio.
Como anunciaba al principio, esta reseña va a ser un tanto atípica respecto a lo habitual, porque voy a empezar con un extenso comentario al respecto y después entraré en la reseña, propiamente dicha, y el análisis más técnico, minucioso y pormenorizado, con el fin de  intentar explicar y aclarar el por qué de mi entusiasmo tras la lectura de “El tango de la Guardia Vieja”. A modo de introducción y para marcar el tono general de esta reseña, tengo que afirmar, sin paliativos, que “El tango de la Guardia Vieja” es una magnífica novela, que roza la maestría y que ha conseguido removerme y emocionarme, a partes iguales. Antes de seguir adelante me gustaría compartir una reflexión. Una de las premisas básicas que debe respetar, en este caso, un crítico literario es centrarse única y exclusivamente en la obra a analizar e intentar no contaminarse con otro tipo de condicionantes. Me explico. Las últimas novelas que he leído de Arturo- Pérez Reverte (El asedio, El puente de los asesinos… esta última, por cierto, ya reseñada hace casi un año en este mismo blog) me han resultado bastante decepcionantes, sin embargo, esa opinión no ha condicionado, en modo alguna, la “mirada limpia” necesaria, imprescindible me atrevería a añadir, para reseñar una novela, que me ha permitido disfrutar y enamorarme de este libro.
En este comentario voy a empezar por el final de libro (no, por favor, no penséis que voy a “destripar” la novela, nada más lejos de mi intención). Al final de la novela el autor nos da el arco temporal que ha durado la creación de la novela: Madrid enero de 1990-Sorrento junio de 2012. No es casualidad que tras este largo proceso creativo, obviamente multitud de veces interrumpido por otros libros, se aprecie esa madurez estilística, tan  depurada, aparentemente tan sencilla pero que oculta un gran trabajo de aquilatación.  Después de tantos años dedicado profesionalmente a la crítica literaria cada día me he ido dando más cuenta de que el arte de la literatura se reduce a dos premisas fundamentales, dos pilares básicos a lo que debe aspirar cualquier obra literaria. La primera y principal es que el fin fundamental de la literatura es “contar una historia” y la segunda, y no menos importante, es que sea creíble. El resto todo son  alharacas y disquisiciones literarias en las que los autores, los críticos y los lectores nos enzarzamos absurdamente.
Pero, ¿qué es lo que hace que una obra literaria, nos conmueva y nos emocione? En mi modesta opinión, y por supuesto puedo estar equivocado, es fundamentalmente por el empleo de la técnica, por supuesto independientemente de la temática de la obra que también es un factor coadyuvante. Pondré un ejemplo. Todo el mundo, probablemente, habrá estado enamorado alguna vez en su vida, y con toda seguridad ese sentimiento habrá sido muy fuerte e intenso. Pues bien, cuando leemos a un poeta que describe el amor, logra conmovernos porque ha conseguido verter en palabras, en conceptos y en imágenes literarias (poéticas en este caso) un sentimiento abstracto y, hasta cierto punto, inefable. Pero eso no quiere decir que ese poeta sienta el amor con mayor intensidad o profundidad que cualquiera de nosotros, de ninguna manera. Lo que sí sabe expresarlo de un modo poético y literario que permite hacernos partícipes, en primera persona, de ese sentimiento, y eso, además de talento, se llama técnica. Pido perdón por esta digresión pero la he creído necesaria para intentar explicar por qué en mis reseñas suelo hacer tanto hincapié en esta faceta. Y, bajo estos presupuestos, sin duda alguna, “El tango de la Guardia Vieja” es un texto  en el que Arturo Pérez-Reverte hace “ostentación” de un admirable dominio técnico porque, como comenté un poco más arriba, es una novela tan bien escrita que, a no ser que nos detengamos en una lectura atenta, reflexiva y analítica, resulta casi imperceptible a la vista, todo ese entramado literario que sustenta y da coherencia a todo el discurso narrativo. Y esas son, precisamente, las grandes novelas, en la que parece imposible vislumbrar todo ese minucioso trabajo técnico y “estructural” que necesariamente conllevan.
Antes de sentarme al ordenador para escribir esta reseña he estado consultando, minuciosamente, los casi veinte folios de notas que me ha sugerido la lectura de la novela. Y ya siento esa impotencia de no poder explayarme, como yo quisiese, en esta reseña para poder desmenuzar y analizar todos esos detalles, de buen hacer, que Arturo Pérez-Reverte nos deja en la novela. Lo que sí intentaré es ser lo más sucinto y sistemático posible, para intentar no perdernos en una novela tan densa y rica en matices, todos ellos dignos de analizarse.
Dicho todo lo cual creo va llegando el momento de entrar en la reseña, propiamente dicha, y en el análisis literario de “El tango de la Guardia Vieja”. Como suele ser habitual, y con el objetivo de situar y contextualizar la novela, sobre todo pensando en los lectores que aún no la han leído, creo que lo que más adecuado y pertinente, sería pergeñar, muy sucintamente, una breve sinopsis argumental del texto. Para lo cual me ha parecido, en su brevedad, transcribir literalmente el resumen que nos ofrece la editorial Alfaguara:
“«Una pareja de jóvenes apuestos, acuciados por pasiones urgentes como la vida, se mira a los ojos al bailar un tango aún no escrito, en el salón silencioso y desierto de un transatlántico que navega en la noche. Trazando sin saberlo, al moverse abrazados, la rúbrica de un mundo irreal cuyas luces fatigadas empiezan a apagarse para siempre.»
Un extraño desafío entre dos músicos, que lleva a uno de ellos a Buenos Aires en 1928; un asunto de espionaje en la Riviera francesa durante la Guerra Civil española; una inquietante partida de ajedrez en el Sorrento de los años sesenta…
 El tango de la Guardia Vieja narra con pulso admirable una turbia y apasionada historia de amor, traiciones e intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas a través de un siglo convulso y fascinante, entre la luz crepuscular de una época que se extingue”.
En primer lugar y antes de seguir adelante me gustaría precisar que “El tango de la Guardia Vieja” es una historia de un romanticismo exacerbado, como hacía mucho tiempo que no leía, pero no de un romanticismo edulcorado o almibarado sino, mas bien, de un romanticismo contenido, silente, pero a la vez  profundo y dolorido que, como ya he comentado, en algunos momentos, honestamente, ha conseguido conmoverme profundamente, tanto artística como emocionalmente. Novela envuelta en esa atmósfera decadente y crepuscular que va inundando y envolviendo, lentamente, a los personajes en esa neblina pegajosa de la melancolía que provoca el decurso de la vida y esa mirada retrospectiva al pasado.
Ahora sí vamos a entrar en en el análisis. Desde un punto de vista formal la novela está estructurada en trece capítulos y dentro de cada capítulo se distinguen varios subcapítulos, por así llamarlos, singularizados gracias a los espacios tipográficos. “El tango de la Guardia Vieja” está narrado en varios planos temporales que, a su vez, aparecen entrecruzados entre ellos. Fundamentalmente los planos literarios son los recuerdos remotos de Buenos Aires, de Niza y el momento narrativo presente. Y, precisamente, en la manera de abordar este relato en dichos planos temporales, empezamos a ver la elaborada técnica de Pérez-Reverte. En todo momento el autor sabe mostrarnos en qué plano estamos en cada momento. Fundamentalmente lo consigue por el uso y empleo de los tiempos verbales, veremos su dominio en el uso de los verbos en pretérito o en presente, dependiendo del efecto temporal que busque. Por otra parte hay que resaltar la dificultad para entreverar todos esos planos narrativo-temporales de modo que adquieran una coherencia interna y estructural al fundirlos. Y en ese punto, de nuevo, tengo que reconocer que Pérez-Reverte, ha vuelto a impresionarme, demostrando una maestría incuestionable creando una serie de relatos que, paralelamente, se van complementando y contrapunteando, a su vez, para darnos esa perspectiva de conjunto que nos hará entender y comprender esta historia desde ambos planos. Arturo Pérez-Reverte en esta novela me ha mostrado y convencido, que es uno de los más grandes escritores de la actualidad, porque como decía más arriba cuando hablaba de los dos pilares fundamentales de la literatura nos cuenta una hermosa historia de amor, de soledad y de nostalgia y, por otra parte, consigue hacer que, desde el primer momento, nos la creamos. Aconsejo al lector que cuando lea la novela repare en la maestría con la que el autor encadena los planos temporales y cómo los utiliza para aclarar y matizar el relato principal. Este relato imbricado, técnicamente tan complejo ser aprecia especialmente bien, sobre todo, en la parte final de la novela (y hasta ahí puedo leer…).
Ya desde su propio título Pérez-Reverte, al menos esa es mi opinión, nos propone una novela, claramente, muy sensual, stricto sensu, o sea una novela en la que predominan y son muy importantes las sensaciones que nos llegan por lo sentidos. El propio título, como comentaba, tiene una connotación auditiva y visual. Voy a permitir transcribir un párrafo que creo que es muy ilustrativo de esta “sensualidad” de la novela.
“Ya era completamente de noche cuando pasaron el puente sobre el Paillon. A su izquierda, más allá del jardín, las farolas iluminaban la plaza Masséna. Un tranvía pasó lejos, entre los árboles tupidos y sombríos, apenas visible salvo por los chispazos del trole”.
Voy a detenerme en este fragmento para analizarlo y examinarlo con toda meticulosidad porque creo que nos va a aportar mucha información para comprender esta prosa tan sensorial. Como resulta evidente en este fragmento es “palpable”, permítaseme este adjetivo tan “sensual”, en el que el autor va a contraponer “luces y sombras”. Al principio nos habla de oscuridad, era complemente de noche, y además la palabra noche enfatizada con completamente, para realzar su valor, y lo contrapone, en la misma frase con la luz, las farolas iluminaban la plaza. Pero es que en la siguiente frase de nuevo el autor nos va enfrentar la oscuridad con la luz, árboles tupidos y sombríos, en esta parte la oscuridad aumentada por ese doble uso adjetival y, a continuación, lo vuelve a enfrentar a la luz, por los chispazos del trole. Espero que con este ejemplo, más o menos, haya servido para ilustrar la belleza estética con la que Arturo Pérez-Reverte ha escrito esta novela. Evidentemente no me puedo sustraer a referir y comentar, por ejemplo, la magistral escena del baile del tango de los protagonistas en el barco, con esa adjetivación de movimiento que nos da una visión casi cinematográfica. No voy a transcribirla porque es demasiado larga pero está tan bien escrita que parece que estamos viendo bailar ese tango y escuchando los acordes de la orquesta y el lamento lastimero del bandoneón. Y, en este sentido, me gustaría destacar por último la escena de la partida de ajedrez, un auténtico “master” de técnica literaria como, por otra parte, es toda la novela.
Antes de entrar en el análisis de los personajes, me gustaría añadir que la novela está narrada en tercera persona, pero está tan bien hecha que más bien parece que está narrada por los propios personajes, por la cantidad de información que nos aporta de ellos y por su capacidad de penetración en su psicología. Los protagonistas de la novela son Max Costa (al final de la reseña comentaré algo al respecto del nombre de este personaje) y Mecha Inzunza, cuya historia de amor y desamor será la que vertebre todo el relato. La caracterización, así como el dibujo del personaje de Max Costa, también de Mecha Inzunza, es impecable, porque a lo largo del relato veremos cómo van evolucionando y cómo el paso de los años hará que las arrugas que aparecen en su rostro y las manchas que ya aparecen en el torso de sus manos, hagan aparición también es sus almas. De nuevo, una vez más, llegara ese momento en la vida de todos en que añoraremos las ilusiones perdidas, ese lo que pudo haber sido y no fue y que ya no tiene solución. Max Costa, desde el principio desde su aparición como “bailarín mundano” (bailarín profesional de las salas de baile), en el viaje trasatlántico a Buenos Aires, consigue hacerse con nuestro corazón. Sin embargo Max es un hombre descreído que mira con escepticismo la vida. Creo que transcribiendo algunos fragmentos quedará más claro cómo es Max Costa.
 “La playa absurda donde la resaca de la vida lo arrojó tras el naufragio final”.
“Fue entonces cuando comprobó, con un vistazo casual, que el marido de su pareja estaba sentado junto a la mesa, cruzadas las piernas y un cigarrillo entre los dedos; y que, a pesar de su apariencia indiferente, no dejaba de observarlos con mucha atención. Y al mirar de nuevo a la mujer, encontró reflejos dorados que parecían multiplicarse en silencios de mujer eterna, sin edad. En claves de todo cuanto el hombre ignora”.
“—Cuando veo todas esas camisas negras, pardas, rojas o azules, exigiendo que te afilies a esto o aquello, pienso que antes el mundo era de los ricos y ahora va a ser de los resentidos… Yo no soy ni una cosa ni otra. Ni siquiera logro el resentimiento, aunque me esfuerce. Y te juro que lo hago”.
En este profuso y meticuloso análisis, no es posible que dejemos pasar por alto la importancia tanto del tango como del ajedrez como elementos vertebradores y antitéticos de la trama de “El tango de la Guardia Vieja”. Respecto al tema del tango, reconozco que me ha interesado mucho el tratamiento que de él hace Pérez-Reverte. Y al hilo del tango me gustaría reseñar otro de los personajes importantes de la novela que es Armando De Troeye, el marido de Mecha y que es uno de los más complejos, que es un célebre compositor y que por una apuesta con Ravel, quiere deslumbrarle con composición de un tango que será mucho mejor que su célebre “bolero” y que terminará siendo “El tango de la Guardia Vieja”, que lo “escucharemos” varias veces a lo largo de la novela. Magnífica toda la ambientación de la novela en Buenos Aires y en los locales arrabaleros a donde se dirigen los protagonistas, así como el fino análisis de los porteños.
Pero tengo que reconocer que mucho más aún me ha interesado el uso y el tratamiento del tema del ajedrez. Si no recuerdo mal, Arturo Pérez-Reverte se ha acercado, por lo menos, una vez más al tema del ajedrez dentro de su producción. En concreto en su novela “La tabla de Flandes” una de sus primeras novelas. Sin duda, tal y como lo describe al autor, el mundo del ajedrez, así como el estudio de la psicología de los ajedrecistas es fascinante. A través de la novela y como comentaba un poco más arriba, con esa magistral descripción de una partida de ajedrez, nos aproxima a ese mundo tan complejo y tan rico de ese deporte-arte llamado ajedrez. El propio autor nos lo define muy bien, utilizando sus palabras: “Esto es ajedrez. El arte de la mentira, del asesinato y de la guerra”. Veremos cómo el temperamento de cada uno marca su manera de entender y de enfrentarse al ajedrez. En este fragmento uno de los personajes nos explica cómo es la manera de jugar de Jorge Keller, el hijo de Mecha Inzunza.
“—Sigue siendo su estilo: arriesgado, brillante, finales de infarto… Juega como si fuera inmune al miedo, con pavorosa indiferencia. A veces parece mover de manera incorrecta, con descuidos, pero sus adversarios pierden la cabeza por lo complicado de las posiciones… Su ambición es proclamarse campeón mundial; y el duelo de Sorrento se considera una competición preparatoria antes de la que se celebra dentro de cinco meses, en Dublín. Una puesta a punto.”
No puedo evitar sentirme entristecido cuando contemplo en mi cuaderno las decenas de notas y apuntes que no van a poder ver la luz. Y eso es buena señal, como siempre digo. Quiere decir que la novela analizada es magnífica. Me encantaría, con el tiempo poder publicar, y no digo que no lo haga, un ensayo para poder analizar sin restricciones de espacio estas grandes novelas que desbordan las pretensiones de una reseña literaria.
Un poco más arriba comenté que me gustaría apuntar algo relativo al nombre del protagonista Max Costa. En uno de los fragmentos de la novela Pérez-Reverte nos dice lo siguiente: “Asiente Max, cortés, mientras moja otra vez los labios en su bebida. No necesita forzar la memoria para recordar a hombres felices cuyas mujeres, en otro tiempo, los engañaron con él”. Al leer “Max cortés”, me hizo mucha gracia porque no sé si Pérez-Reverte, que es un hombre muy inteligente y socarrón, quiso hacer una mención al actor porno español Max Cortés (Badalona, 1971)…
En esta novela es muy importante, también, el uso significado simbólico de los objetos y de las cosas. A lo largo de toda la novela aparece (y desaparece) un collar de perlas  que es uno de los puntos clave de la novela. De hecho ese valioso collar de perlas, prácticamente, asume la condición de otro personaje más de la novela. Otro de esos objetos es un guante. No quiero decir mucho más para no reventar la novela, pero ruego al lector que tenga muy presente ese guante en todo el desarrollo de la novela y su efecto dramático tan pleno al final del libro. En este caso tanto el collar como el guante, son más que dos objetos o dos símbolos, dos elementos claves en el discurso narrativo que sirven para unificar y dar coherencia al texto.
Como bien sabéis todos los lectores habituales de este blog, para mí es muy importante que las novelas estén bien “rematadas” que tenga un buen final. En el caso de “El tango de la Guardia Vieja” el final es maravilloso, hermoso, pleno en un delicado y bellísimo final en “pianissimo” que, tras cerrar el libro, nos deja ese dulce sabor de haber estado paladeando una obra maestra.
Ya poco más me queda por añadir, sólo recomendaros encarecidamente la lectura de “El tango de la Guardia Vieja” un libro con sabor a buena literatura y que ha conseguido convencerme a mí, que reconozco nunca me he reconocido como un admirador de Arturo Pérez-Reverte, de que ha escrito una novela magistral que, honestamente, creo que roza la obra maestra.
Dicho todo lo cual y teniendo en cuenta todo lo expuesto más arriba e intentando ser lo más fiel posible a mi conciencia y a modo de entender el arte de la literatura, creo que la puntuación que más justicia haría a “El tango de la Guardia Vieja” del escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte sería de un 9,00/10

Luís Alberto Cao