jueves, 28 de febrero de 2013

Jaime Sabines


Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro
y me dices las cosas que no me digo.
Me aprendo en ti más que en mi mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.
Si no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.
Eres como el perdón
y yo soy como tu hijo.
¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?
¡Qué distante te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!
Dulce como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres como mi casa,
eres como mi muerte, amor mío.


Jaime Sabines Gutiérrez

viernes, 22 de febrero de 2013

jueves, 21 de febrero de 2013

Un ruego.Antonio Muñoz Molina



Por favor, vamos a sosegarnos. En las circunstancias actuales de nuestro país, es una cuestión  de simple supervivencia. Es gravísimo lo que está pasando. En medio de una crisis tremenda el descrédito y el posible colapso de todas las instituciones nos va a forzar a una reinvención de arriba abajo del sistema de convivencia civil. Nadie sabe qué pasará mañana, pero hay algo de lo que no cabe duda: vamos a necesitar ponernos de acuerdo en cuatro o cinco cosas fundamentales. No se merecen menos los millones de personas desesperadas que no tienen trabajo ni porvenir. Así que habrá que ir empezando por resaltar lo que tenemos en común, que en todos los casos es mucho más de lo que nos ha parecido a lo largo de todos estos años de delirio.

Antonio Muñoz Molina

martes, 19 de febrero de 2013

No me des tregua. Julio Cortázar


No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre,
que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil,
no seas caricia ni guante;
tálame como un sílex, desespérame.
Julio Cortázar

Jack Vettriano

domingo, 10 de febrero de 2013

Félix de Azúa: Restos religiosos


El desconcierto que están causando los múltiples latrocinios, timos, estafas y desvalijamientos por obra de la parte más noble de nuestra sociedad ilustra sobre el respeto que aún se le tenía a eso que suele llamarse “la clase dirigente”. Me recuerda a los sentimientos que despierta la palabra “artista” cuando se pronuncia en público. Basta con que alguien hable de los artistas o diga de sí mismo que es un artista para que se generalice una sensación confortable y cálida entre la audiencia. Una sonrisa aflora a sus labios y se acomodan en la butaca.

El populus ama a los artistas y a otros representantes religiosos que le garantizan que la vida merece la pena, pues esa es la función popular del arte. Si no hubiera tal cosa como el arte, ¿qué sentido tendría nuestra vida, una vez desaparecida la religión? En ese mismo territorio se mueve la anguila política. El político tiene también el destino eclesiástico de asegurar la paz y la justicia. Desdichadamente (y en eso se parece cada día más al artista) su función apaciguadora, su función curativa y confesora, es cada día menos convincente.

En los últimos meses ha habido una verdadera avalancha de latrocinios cometidos por políticos o por familiares de políticos o por gente que se supone que respeta la política como acción dirigida a moralizar y ordenar a la sociedad. Ética y razón son las dos piernas del político profesional, pero en estos meses se las ha amputado él mismo, se ha dado un inmenso hachazo. Nuestros políticos se agitan ahora como anguilas porque han perdido las piernas. Son troncos balbuceantes que abren y cierran la boca a la manera de los peces que se asfixian por falta de oxígeno en un charco de barro.

Y sin embargo no había razón para creer en ellos, tenerles confianza o esperar una medicación contra el desasosiego y la ruina. Son empleados de una empresa gigantesca cuyos beneficios se obtienen mediante una ajustada sustracción de los bienes estatales. Los partidos políticos españoles viven de robar el dinero de sus votantes y eso ha sido siempre así. Podríamos dulcificarlo y decir que es lo que les pagamos en negro para que funcionen como partidos, aunque sea un simulacro. Ahora bien, si queremos partidos, en todo caso debemos sobreponernos y seguir adelante como si trabajaran para nosotros.

Recuerdo una conversación con Duran Farrell, el difunto empresario que trajo el gas a España, en la que me decía escandalizado el dinero que le estaba exigiendo el partido político entonces en el poder. Esa fue la primera vez que oí la expresión “impuesto revolucionario” fuera del contexto de ETA. De esto hace más de 20 años y el gobierno era socialista. Oso decirlo porque venía conmigo otra persona (gran tipo, por otra parte) que lo puede confirmar. Siempre ha sido así, siempre han robado o siempre les hemos pagado en negro, si lo prefieren. A todos ellos. Desde el principio.

El escándalo solo se levanta cuando el personaje religioso aparece públicamente como alguien demasiado parecido a nosotros, un pobre pecador. El párroco que se beneficia a la sobrina, el obispo que ayuda a los pederastas, la monja que comercia con recién nacidos, el canónigo que vende la virgen antigua o se queda el dinero de los pobres, todos ellos son pecadores como nosotros. El creyente entonces ve vacilar su fe y a poco que se le caliente el espíritu acabará siendo un ateo furioso y tiempo más tarde, cuando las circunstancias lo favorezcan, quemará iglesias y fusilará al clero.

El ateísmo, en política, es la desafección y puede conducir a un régimen totalitario con suma facilidad. Españoles e italianos hemos tenido los dos regímenes fascistas más tranquilos y populares de Europa. No somos muy distintos de los italianos, solo bastante más ignorantes. Ellos se las arreglan mejor con sus ladrones y con sus asesinos, son más inteligentes, son más cultos. Recuerden que fueron los servicios secretos italianos, infiltrados en Ordine Nuovo, los responsables de la matanza de Bolonia en 1980. Y que algunos cuerpos de seguridad organizaban atentados para distraer a los medios de comunicación del contrabando de petróleo que habían montado ellos mismos. Cada vez que entraba en puerto un carguero patibulario, asesinaban a alguien de portada.

¡Aún nos queda mucho que aprender!

sábado, 9 de febrero de 2013

Las noches de Namibia


Time lapse,  realizado en las espectaculares noches de Namibia. En total para su realización se han utilizado más de 16.000 imágenes en un periodo de dos años, lo ha dirigido Marsel van Oosten y montado por Daniella Sibbing,

jueves, 7 de febrero de 2013

Ortografía francesa. José María Romera


En Francia han sonado las alarmas ortográficas. Varias facultades y escuelas universitarias han decidido implantar este curso unas pruebas de ortografía que todos los estudiantes habrán de superar si quieren obtener el título. No ocurre sólo en centros de Letras. Las más interesadas en aplicar la medida han sido las 'facs' técnicas que imparten estudios de ingeniería, arquitectura o ciencias, donde se ha observado un mayor déficit en corrección escrita entre sus estudiantes. 18 universidades han incorporado asimismo a los currículos de los distintos grados una asignatura obligatoria de Lengua destinada al alumnado que ingresa en sus aulas, pues han comprobado que las carencias en el conocimiento de las normas lingüísticas dificultan notablemente el aprendizaje de las otras materias.
Pero, claro, esto pasa en un país preocupado por su cultura. Uno se pregunta si aquí seríamos capaces de tomar una decisión semejante. Cualquier alumno de bachiller francés es un Balzac al lado de su equivalente español. Ha leído a los clásicos, ha producido cientos de composiciones escritas y ha pasado exigentes controles de redacción. En el currículum vitae de los aspirantes a empleo ya es habitual adjuntar el llamado 'certificado Voltaire' que acredita el nivel de competencia ortográfica y gramatical del aspirante. Con menos de 500 puntos -equivalente al siete o el ocho en un riguroso examen de ortografía- ya te puedes olvidar de cualquier trabajo bien remunerado, a no ser que hinques los codos y vuelvas a probar fortuna en un ejercicio de 240 preguntas y dos horas y media de duración.
Nosotros nos contentamos con quejarnos de lo mal que escriben estos chicos, intoxicados por el vertido tóxico de los SMS que tanto daño están causando al correcto idioma, al parecer. Los mensajes telefónicos se han convertido en el chivo expiatorio de nuestros males, en la explicación única de un neoanalfabetismo que hunde sus raíces en otras causas. Los jóvenes -y gran parte de los adultos, entre los que no se excluyen muchos profesores de educación superior- escriben mal porque leen poco o nada, porque han perdido el respeto a un idioma maltratado en la radio, la televisión y la Red, porque no perciben a su alrededor el menor respeto por la palabra.
Hace quince o veinte lustros, el niño que pretendía entrar en los institutos públicos para hacer aquel bachillerato pasaba una prueba de dictado. No podía cometer más de tres faltas de ortografía en un texto con palabras del nivel de «herméticamente» o «convulso», que un servidor recuerda bien porque le visitaron en sus pesadillas de los 9 años hasta que comprobó que había acertado. Hoy un doctorando se queda como si tal cosa después de haber escrito «haber» en vez de «a ver» y «enrroyar» en lugar de «enrollar». Y no suenan las alarmas. Pero, claro, Francia está más al norte, Pirineos arriba.