jueves, 28 de diciembre de 2017

Cuando me amé de verdad. Charles Chaplin

"Cuando me amé de verdad
comprendí que en cualquier circunstancia,
yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta,
y en el momento exacto, y entonces, pude relajarme.
Hoy sé que eso tiene un nombre… Autoestima
Cuando me amé de verdad,
pude percibir que mi angustia,
y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal
de que voy contra mis propias verdades.
Hoy sé que eso es… Autenticidad
Cuando me amé de verdad,
dejé de desear que mi vida fuera diferente,
y comencé a aceptar todo lo que acontece,
y que contribuye a mi crecimiento.
Hoy eso se llama… Madurez
Cuando me amé de verdad,
comencé a percibir que es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona,
sólo para realizar aquello que deseo, aun sabiendo que no es el momento,
o la persona no está preparada, inclusive yo mismo.
Hoy sé que el nombre de eso es… Respeto
Cuando me amé de verdad,
comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable:
personas, situaciones y cualquier cosa
que me empujara hacia abajo.
De inicio mi razón llamó a esa actitud egoísmo.
Hoy se llama… Amor Propio
Cuando me amé de verdad,
dejé de temer al tiempo libre
y desistí de hacer grandes planes,
abandoné los mega-proyectos de futuro.
Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta,
cuando quiero, y a mi propio ritmo.
Hoy sé que eso es… Simplicidad y Sencillez
Cuando me amé de verdad,
desistí de querer tener siempre la razón,
y así erré menos veces.
Hoy descubrí que eso es… Humildad
Cuando me amé de verdad,
desistí de quedarme reviviendo el pasado,
y preocupándome por el futuro.
Ahora, me mantengo en el presente,
que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez.
Y eso se llama… Plenitud
Cuando me amé de verdad,
percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme.
Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón,
ella tiene una gran y valioso aliado.
Todo eso es… Saber Vivir
No debemos tener miedo de cuestionarnos,
de hecho hasta los planetas chocan,
y del caos suelen nacer la mayoría de las estrellas."
Charles Chaplin

martes, 26 de diciembre de 2017

Cuento de Navidad. Arturo Pérez-Reverte

Érase una ciudad grande, como las de ahora, y la policía les había precintado el piso, y ya no tenían para pagar una pensión. Exactamente igual que en los cuentos de Navidad que tienen como protagonistas a desgraciados como ellos. Hacía un frío del carajo, dijo él mientras buscaban un portal en condiciones. Había un abeto iluminado al final del bulevar, donde El Corte Inglés y sus luces se confundían con los semáforos, con el destello frío y trágico de una ambulancia que pasaba en la distancia, demasiado lejos para que pudiera oírse la sirena. Una ambulancia muda, con destellos de tragedia urbana. Las ambulancias y los coches de policía y los de pompas fúnebres, se dijo él viendo desaparecer el destello, son igual que pájaros de mal agüero. Vehículos con mala leche.
Lo mismo aquella noche la ambulancia iban a necesitarla ellos. Porque, como ustedes ya habrán adivinado, la mujer, la joven, estaba fuera de cuentas, o casi. Caminaba con dificultad, entreabierto el abrigo sobre la barriga, llevando en una mano la Adidas llena de ropa para el que venía en camino, y en la otra una maleta de esas que, a fuerza de haber ido a tantos sitios, ya no tenía aspecto de ir a ninguna parte.
—Me cago en todo —dijo él. Y ella sonrió, dulce, mirándole el perfil duro y desesperado, el mentón sin afeitar. Sonrió dulce porque lo quería y porque estaba allí, con ella, en vez de haber dicho adiós muy buenas y buscarse la vida en otra parte, con otra chica de las que no se equivocan al anotar con lápiz rojo días en el calendario.

—Me duele otra vez —dijo ella.De vez en cuando se cruzaban con transeúntes apresurados, de esos que siempre aprietan el paso en Navidad porque tienen prisa en llegar a casa. Una mujer de edad se apartó de él, mirando con desconfianza su aire sombrío, la mugrienta mochila que cargaba a la espalda, los bultos atados con cuerdas, uno en cada mano. Después un yonqui flaco y tembloroso les pidió cinco duros y, sin obtener respuesta, los siguió un trecho por la acera, caminando detrás, con aire alelado y sin rumbo fijo. Un coche de la policía pasó despacio, silencioso. Desde la ventanilla, los agentes les echaron un desapasionado vistazo a ellos y al yonqui antes de alejarse calle abajo.

Como era previsible desde que empecé a contarles esta historia, buscaron un portal para descansar. Había uno con cartones en el suelo y un mendigo, hombre o mujer, que dormía envuelto en una manta, bulto oscuro en un rincón que apenas se movió con su llegada. Entonces a ella le dolió otra vez. Y otra. Y él miró a su alrededor con la angustia pintada en la cara, y sólo vio al yonqui flaco que los miraba de pie en la entrada del portal. Entonces buscó en el bolsillo y le arrojó su última moneda de veinte duros.
—Busca a alguien que nos ayude —le dijo—. Porque ésta quiere parir.
Entonces ella empezó a llorar y gritar y él tuvo que cogerle la mano y ahuecarle un nido entre las piernas con su propio chaquetón y volver a mirar en torno con resignación desesperada. Y sólo vio la entrada del portal vacía y un semáforo con la luz roja fundida, alternando ámbar y verde, ámbar y verde. Y al mendigo que se levantaba debajo de la manta donde había estado durmiendo con un perrillo, un chucho pequeño y mestizo entre los brazos, y se acercaba a mirarlos con curiosidad, mientras el perro lamía con suaves lengüetazos una de las manos de la chica. Y él, sosteniendo la otra entre las suyas, blasfemó despacio y a conciencia, en voz baja, hasta que sintió sobre los labios la mano libre, los dedos de ella.
—No digas esas cosas —le susurró, crispada la voz por el dolor—. O nos castigará Dios.

Él sacó un arrugado paquete de cigarrillos y fumaron los cuatro hombres, mirándola, mientras a lo lejos se escuchaba la sirena de una ambulancia aproximándose. Entonces ella se durmió dulcemente, agotada y feliz, sintiendo latir entre los muslos ensangrentados aquella nueva vida aún húmeda y tibia. Y alrededor, protegiéndolos del frío, les daban calor el perrillo, el mendigo, el yonqui y el policía.Él soltó una carcajada seca y amarga. Entonces llegó el yonqui con un policía, uno de los que antes habían pasado en el coche. Y ella sintió, de pronto, una presencia nueva, cálida, un llanto pequeño y débil entre las piernas. Y exhausta, en un instante de lucidez y paz, se dijo que quizá a partir de ese momento el mundo sería mejor, distinto. Como en los cuentos de Navidad que leía cuando niña.

Cuento de Navidad de Arturo Pérez-Reverte publicado en XLSemanal en la Navidad de 1993.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Las latas en las paredes de Barcelona.

Son pareja, tienen dos hijos y trabajan en algo que no tiene relación con el arte. Es de lo poco que sabemos de esta dupla de artistas anónimos que desde hace ya tiempo llenan las paredes de Barcelona de mensajes escritos en latas.
Con una caligrafía impecable y un muy buen gusto por el diseño, su estrellas en Instagram. Ellos, sin embargo, prefieren vivir alejados de los focos y la publicidad. Prefieren que solo hable su arte. Y vaya si lo hace.

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martes, 21 de noviembre de 2017

lunes, 30 de octubre de 2017

Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos. Exposición





Auschwitz no solo fue el mayor campo de concentración y exterminio nazi, sino también el más letal de todos ellos: más de 1.100.000 personas fueron asesinadas tras sus alambradas.
Convertido en el símbolo inequívoco de los horrores cometidos por la Alemania nazi, sus restos e historia sirven hoy como advertencia universal de los peligros derivados del odio, la intolerancia y el antisemitismo y nos confrontan, asimismo, con los límites de la barbarie humana.
Por primera vez en la historia, más de 600 objetos originales se exponen en la primera exposición itinerante sobre Auschwitz coproducida por Musealia y el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau; un emotivo y riguroso recorrido por uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad que, sin duda, removerá la conciencia del mundo. 
Por la importancia de conocer lo que ocurrió en el mismo corazón de Europa hace poco más de 70 años, los colegios de toda España podrán acceder gratuitamente a la muestra, que dentro del territorio nacional sólo tendrá parada en Madrid. De aquí, irá a seis ciudades europeas y siete en Norteamérica.
Los terribles trenes de la muerte, en los que se trasladó a tantos seres humanos hacia una muerte segura, están representados por un vagón original de la compañía nacional alemana de tren, la Deutsche Reichsbahn. Y también habrá material audiovisual inédito sobre el periodo de la Alemania nazi.


El estreno mundial de la exposición tendrá lugar el 1 de diciembre de 2017 en la Sala de Exposiciones Arte Canal de Madrid. Este será su único destino en España. Hasta el 18 de junio de 2018.

jueves, 19 de octubre de 2017

Eduardo Mendoza, sobre Cataluña: "Es un lío que, por fuerza, tiene que acabar mal"

La situación en Cataluña está yendo "hacia un camino perjudicial para todo el mundo", "un lío que, por fuerza, tiene que acabar mal", ha asegurado este miércoles el escritor barcelonés Eduardo Mendoza, que se ha confesado "muy preocupado y triste" porque, "acabe como acabe, se ha producido una ruptura muy penosa".
Mendoza (1943) ha tenido esta mañana en Getafe un encuentro con estudiantes de Secundaria en el que le han preguntado por la situación en Cataluña, un tema del que ha vuelto a hablar en unas breves declaraciones ante los periodistas antes de recibir el premio José Luis Sampedro del Festival Getafe Negro.
"Estoy muy preocupado y triste porque, pase lo que pase y acabe esto como acabe, se ha producido una ruptura dentro y fuera de Cataluña muy penosa e innecesaria que ha venido en un momento en el que teníamos todo para vivir bien. De repente nos hemos convertido en un país triste y abocado a la división", ha señalado a los periodistas.
Las cosas, ha dicho, "están mal", son 'tiempos revueltos' y ha pronosticado que la situación, con la fuga de empresas de Cataluña, provocará un 'perjuicio' para ambas, aunque, ha matizado, no quiere "hacer un elogio del capitalismo": "Ahora resulta que los bancos que todos queríamos quemar hace cuatro días ahora son buenos".
El escritor, autor de La ciudad de los prodigios o Sin noticias de Gurb, ha confesado a los estudiantes que esta mañana había "puesto varias velas a todos los santos para que no saliera el tema".
La respuesta "corta" de cómo lo ve, les ha dicho, es "mal" y "la larga" llevaría "varias horas" porque es "un tema complejo" pero, "sin duda", "los independentistas están planteando una cosa desde el punto de vista político abstracto conceptual discutible: una parte del país se quiere separar que es un estado una nación".
"En el supuesto de que se ganara y en el supuesto de que pierdan también se han metido en un lío que, por fuerza, tiene que acabar mal. Quien obtenga una victoria creará una derrota y eso para los catalanes es muy doloroso porque no me apetece que una parte importante de mis conciudadanos vivan en una derrota", ha subrayado.
"Ya viví una -derrota- cuando era pequeño y no quería vivir otra", ha precisado el Premio Cervantes 2016, para quien la causa que "impulsa a la gente a querer la separación" no es una sino muchas, sobre todo "la desesperación de la gente joven" que al no ver "claro" ni su presente ni su futuro "se apunta a causas perdidas".
Es, ha afirmado, "un falso romanticismo", la fuerza del "vamos a pegar fuego a todo esto": "Hay que atacar el problema pero es importante atacar las causas. Es un problema muy serio que se está debatiendo en muchos lugares donde no les corresponde hacerlo y se hace muy poco donde se debería hacer".
"En vez de contribuir al debate lo que hace es echar leña al fuego. Estamos en el mecanismo de acción y reacción que difícilmente se va a poder para sin una idea o una solución muy drástica que seria una solución quirúrgica con sus efectos secundarios y amputaciones que preferiría no ver", ha añadido.

martes, 17 de octubre de 2017

En Francoland. Antonio Muñoz Molina

En Europa o América, les gusta tanto el pintoresquismo de nuestro atraso que se ofenden si les explicamos todo lo que hemos cambiado


Me pasó la última noche de septiembre en Heidelberg, pero me ha pasado igual con cierta frecuencia en otras ciudades de Europa y de América, incluso aquí, dentro de España, en conversaciones con periodistas extranjeros. Muchas veces, en épocas diversas, con una monotonía en la que solo cambia el idioma y el motivo inmediato, me ha tocado explicar con paciencia, con la máxima claridad que me era posible, con voluntad pedagógica, que mi país es una democracia, sin duda llena de imperfecciones, pero no muchas más ni más graves que las de otros países semejantes. Me he esforzado en dar fechas, mencionar leyes, cambios, establecer comparaciones que puedan ser útiles. En Nueva York he debido recordarle a personas llenas de ideales democráticos y condescendencia que mi país, a diferencia del suyo, no admite la pena de muerte, ni la cadena perpetua, ni el envío a prisión de por vida de menores de edad, ni la tortura en cárceles clandestinas.
Fuera de España uno a veces tiene que dar explicaciones de historia, y hasta de geografía. Hasta no hace mucho tiempo, un ciudadano español tenía que explicar, aun sabiendo que había grandes posibilidades de que no se le hiciera ningún caso, que el País Vasco no se parece al Kurdistán, ni a Palestina, ni a las selvas de Nicaragua en las que los sandinistas resistían al dictador Somoza. Uno explicaba que el País Vasco es uno de los territorios más desarrollados y con más alto nivel de vida de Europa; y además que dispone de un grado de autogobierno y hasta soberanía fiscal muy superior a la de cualquier Estado o región federada del mundo. Lo más que se conseguía era una sonrisa cortés, aunque también incrédula.
Una parte grande de la opinión cultivada, en Europa y América, y más aún de las élites universitarias y periodísticas, prefiere mantener una visión sombría de España, un apego perezoso a los peores estereotipos, en especial el de la herencia de la dictadura, o el de la propensión taurina a la guerra civil y al derramamiento de sangre. El estereotipo es tan seductor que lo sostienen sin ningún reparo personas que están convencidas de sentir un gran amor por nuestro país. Nos quieren toreros, milicianos heroicos, inquisidores, víctimas. Nos aman tanto que no les gusta que pongamos en duda la ceguera voluntaria en la que sostienen su amor. Aman tanto la idea de una España rebelde en lucha contra el fascismo que no están dispuestos a aceptar que el fascismo terminó hace muchos años. Les gusta tanto el pintoresquismo de nuestro atraso que se ofenden si les explicamos todo lo que hemos cambiado en los últimos 40 años: que no vamos a misa, que las mujeres tienen una presencia activa en todos los ámbitos sociales, que el matrimonio homosexual fue aceptado con una rapidez y una naturalidad asombrosas, que hemos integrado, sin erupciones xenófobas y en muy pocos años, a varios millones de emigrantes.
La otra noche, en Heidelberg, la víspera del ya célebre 1 de octubre, en medio de una cena muy grata con profesores y traductores, tuve que repetir mi explicación, con una vehemencia que me hizo sobreponerme al desánimo. Una profesora alemana me dijo que, según le acababa de contar alguien de Cataluña, España era todavía “Francoland”. Le pregunté, tan educadamente como pude, qué sentiría ella si alguien decía en su presencia que Alemania es todavía Hitlerland. Se ofendió enseguida. Tan calmadamente, tan pedagógicamente como pude, le aclaré lo que no tiene que aclarar nunca ningún ciudadano de ningún otro país avanzado de Europa: que España es una democracia, tan digna y tan imperfecta como Alemania, por ejemplo, y tan ajena como ella al totalitarismo; incluso más, si atendemos a los últimos resultados electorales de la extrema derecha. Si, según su informante catalana, seguíamos en la tierra de Franco, ¿cómo era posible que Cataluña dispusiera de un sistema educativo propio, un Parlamento, una fuerza de policía, una radio y una televisión públicas, un instituto internacional para la difusión de la lengua y la cultura catalanas? El reconocimiento de la singularidad de Cataluña era tan prioritario para la naciente democracia española, le dije, que la Generalitat se restableció incluso antes de que se aprobara la Constitución. Extraño país franquista el nuestro, tan opresor de la lengua y de la cultura catalana, que elige una película hablada en catalán para representar a España en los Oscar.
Quien ha vivido o vive fuera de nuestro país conoce lo precario de nuestra presencia internacional, la asfixia presupuestaria y el mangoneo político que han malogrado tantas veces la relevancia del Instituto Cervantes, la falta de una política exterior ambiciosa a largo plazo, de un acuerdo de Estado que no cambie desastrosamente de un Gobierno a otro. La democracia española no ha sido capaz de disipar los estereotipos de siglos. Los terroristas vascos y sus propagandistas supieron aprovecharse muy bien de ellos durante muchos años, precisamente aquellos en los que éramos más vulnerables, cuando a los pistoleros más sanguinarios se les seguía concediendo en Francia el estatuto de refugiados políticos.
De modo que a los independentistas catalanes no les ha costado un gran esfuerzo, ni un gran despliegue de sofisticación mediática, volver a su favor en la opinión internacional eso que ahora todo el mundo se ha puesto de acuerdo en llamar “el relato”. Lo habían logrado incluso sin la colaboración voluntariosa del Ministerio del Interior, que envió a policías nacionales y guardias civiles a actuar de extras en el espectáculo amargo de nuestro desprestigio. Pocas cosas pueden dar más felicidad a un corresponsal extranjero en España que la oportunidad de confirmar con casi cualquier pretexto nuestro exotismo y nuestra barbarie. Hasta el reputado Jon Lee Anderson, que vive o ha vivido entre nosotros, miente a conciencia, sin ningún escrúpulo, sabiendo que miente, con perfecta deliberación, sabiendo cuál será el efecto de su mentira, cuando escribe en The New Yorker que la Guardia Civil es un cuerpo “paramilitar”.
Como ciudadano español, con todo mi fervor europeísta y viajero, me siento condenado sin remedio a la melancolía, por muy variadas razones. Una de ellas es el descrédito que sufre el sistema democrático en mi país por culpa de la incompetencia, la corrupción y la deslealtad política. Otra es que el mundo europeo y cosmopolita en el que personas como yo nos miramos y al que hemos hecho tanto por parecernos prefiere siempre mirarnos a nosotros por encima del hombro: por muy cuidadosamente que queramos explicarnos, por mucha aplicación que pongamos en aprender idiomas, a fin de que se entiendan bien nuestras explicaciones inútiles.

SINFONIA

lunes, 16 de octubre de 2017


Camino del 155. Iñaki Gabilondo

Llegó la respuesta de Puigdemont, ni sí ni no, una carta explicativa con oferta de diálogo, lo que ya se dijo que no se aceptaría. Entre paréntesis, un diálogo que tendría poco recorrido si, como dijo ayer Oriol Junqueras, solo podría tratar de la construcción de la república catalana.
En fin, todo conduce al 155. Pasado el plazo límite del jueves 19, se activará. Quiero advertir que entonces va a comenzar otra espera de altísima tensión, una espera de semanas, tal vez más. Recordemos el procedimiento: el gobierno concreta las medidas, pide el visto bueno del Senado, y éste, antes de autorizarlas, ha de aguardar las alegaciones de los afectados que, supongo, se lo tomarán con calma.

Esas semanas incandescentes, de alto riesgo, cuando la autonomía catalana esté ya intervenida de hecho y solo pendiente de su implementación, será un tiempo delicadísimo, en el que actuará el factor tiempo en un día a día sulfúrico. El tiempo, quemadura o que pudre. Veremos si une o separa a los partidos soberanistas, si calienta o enfría las opiniones públicas o las enfrenta. Lo peor, que haga más irreductible al independentismo en su actual camino sin salida y nos descontrolemos todos en una marabunta de emociones.
Ojalá soplara un viento de buen juicio y de sentido de la realidad, e incluso de miedo, porque sí, un poco de miedo no nos vendría mal. “El miedo es el principio de la sabiduría”, como decía François Mauriac. Porque algún día todo regresará a la racionalidad de unas urnas, y ojalá ese día no esté todo patas arriba.

Murcia: la nueva meca del grafiti

La Oficina del Grafiti de Murcia, pionera en España, pretende convertir a la ciudad en capital nacional del arte urbano.
"Hemos pasado de oír 'qué sirvergüenzas' a 'qué bonito'".
Hasta hace unos meses, la plaza de la Academia General del Aire de Murcia era uno más de tantos espacios urbanos sin demasiada gracia. Varias bancadas de piedra y algún árbol despistado eran los únicos vecinos del barrio.
Ahora, sin embargo, en el mismo lugar se ven poses instagrameras y perspectivas de rodilla hincada. El gris cemento ha dejado paso a los tonos intensos de los murales que sirven de fondo a las instantáneas. Hay donde elegir: la ballena a lo Melville del asturiano XAV, el camaleón biomecánico del canario Feoflip, la mirada de la niña de Dale Grimshaw... Y cómo no, el talento made in Murcia que nos espera bajo la sombra en una tarde de septiembre con más grados de los recomendables para un verano moribundo.
Nels, Aisha, Borja Ballesta, Carlos Callizo y Zai Man son cinco de los integrantes de un grupo de artistas locales que, subidos a elevadores y pertrechados con 500 botes de aerosol y 300 litros de pintura, han convertido a este rincón anodino de baldosas en una chincheta roja en el Google Maps de los rastreadores de arte urbano.
«Estamos obligando a que la gente pasee levantando la vista, prestando atención», dice Callizo, uno de los responsables de esta explosión artística al aire libre. Que se lo digan a los vecinos del barrio de Santa Eulalia, que ha sustituido garabatos apresurados y sin ningún atractivo por retratos, claroscuros y geometrías sugerentes en 23 de sus calles.
La Oficina del Grafiti de Murcia surgió para limpiar la ciudad de pintadas que afeaban el mobiliario urbano. Pero ahora sus aspiraciones son otras. «En Murcia hay muchísimo talento; sólo había que ofrecer el espacio y los materiales para aprovechar la capacidad de nuestros artistas y generar un nuevo patrimonio». Habla Clemente García, responsable de la Oficina, mientras nos acompaña en un paseo por los murales. «El futuro del arte está en la calle. Sales a pasear y estás en un museo al aire libre». Sin necesidad de pagar una entrada ni de hacer cola a la puerta.
Pionera en España, la Oficina del Grafiti pretende hacer de Murcia la capital nacional del grafiti, ahí es nada. Por lo pronto, ya asesora a ciudades como Madrid y Valencia, dos de las mecas locales -junto a Barcelona- del Street Art. Muestra del éxito, un botón: el Museo de Bellas Artes de la ciudad, inaugurado en 1910, batió su record de visitas este año con la exposición Arte Urbano: de la calle al museo, que exhibió 85 obras de artistas de 23 países.
Al artista Callizo le sorprende el estado de conservación de los murales, que el barrio ha hecho suyos y preserva del vandalismo. «¡Están perfectos! Ni pintadas, ni arañazos». Sorprende que lo único que les hayan lanzado sea los flashes de los blogueros. Algo ha cambiado en la personalidad de Murcia. «Ha sido un boom, aquí ni se sabía lo que era el arte urbano», afirma.
Clemente recuerda el comentario de dos ancianas mientras trabajaban en un mural. «Venían con su carro, se pararon y dijeron: '¡Qué preciosidad!'. Hemos pasado de que la gente diga 'qué sinvergüenzas' a '¡qué bonito!'. Ha habido un cambio generacional tremendo».
Se trata de un cambio de percepción que va calando. Callizo subraya que «grafiti hace referencia al origen del movimiento en los años 70 en Nueva York y Filadelfia, cuando los pandilleros pintaban trenes. Ahora hay que hablar de arte urbano. El grafiti tiene connotaciones vandálicas. Esto es todo lo contrario: el artista quiere regalar su arte, no correr delante de la policía». Nels, otro de los creadores locales, añade: «Hay gente que no cree que con un bote de spray se puedan hacer estas maravillas».
También hay vida más allá del aerosol. Callizo, por ejemplo, realiza sus murales con espátula. «Un día utilicé un bote de spray y casi los mato a todos. ¡Qué peste echaba eso, por Dios!». Le preguntamos a él y a sus compañeros si es posible dedicarse exclusivamente al arte de convertir paredes en lienzos. «Ni de coña», contesta Nels. «Hay gente que saca dinero de murales por encargo, pero vivir de esto es muy complicado».
Callizo difiere: «Hay un boom en instituciones y ayuntamientos. Hasta los pueblos pequeños quieren tener su festival. Incluso la empresa privada está cayendo en la cuenta de que puede tener una fachada distinta. Dentro de unos años sí será factible vivir del grafiti».
La relevancia que está adquiriendo Murcia en el arte urbano lo demuestra el interés de artistas extranjeros en pintar en la ciudad y compartir espacio con el talento local. Ha sido el caso de Eduardo Kobra , Sofía Frey, Freak The Fab, Lolly Brick... «No venían a apoyar a los murcianos, sino a colaborar y a compartir. Ahí se ve el potencial, apostilla Clemente. Sus artistas han pasado de pedir permiso para pintar a las comunidades de vecinos a que «todo el mundo quiera cedernos un espacio». Es la prueba de que algo se mueve en las paredes de Murcia. Preparen sus smartphones, no sea que se lo pierdan.

jueves, 12 de octubre de 2017

Hazte extranjero

"He visto nacer algunas independencias de la inteligencia, la lucha y el sacrificio, pero nunca vi nacer ninguna de la chapuza y la caspa. Lo más triste de estos días es que entre todos estamos haciendo, otra vez, historia de España."


Arturo Pérez-Reverte

viernes, 29 de septiembre de 2017

¿Hablamos, Parlem?

Ha aparecido en la Gran Vía de Madrid una pancarta colgada en un balcón que pregunta: ¿parlem? Es el balcón de las oficinas de la agencia de publicidad Sra. Rushmore. Luego se ha sumado alguna otra agencia y desde Barcelona han respondido con otra pancarta colgada en otro balcón que pregunta: ¿hablamos?

¿Parlem? ¿Hablamos? La importancia de las palabras, sobre todo, cuando nadie las usa o cuando se pervierte su significado. Estas dos son claras y explícitas, no hace falta decir nada más. Una invitación a hablar, a hablarse, a escuchar, sobre todo, al que piensa diferente.
Hay pocos lugares tan castizos en Madrid como la Gran Vía, forma parte del imaginario de autóctonos y forasteros. Y la llamada al diálogo colgando de una de sus fachadas es la mejor imagen, por no decir la única positiva que está dejando este conflicto. Esa imagen también es Madrid.
Frente al enfrentamiento, a la descalificación, las amenazas, las banderas, el patriotismo, una sola palabra: ¿parlem? ¿hablamos? Ojalá todos los balcones de España se llenaran de pancartas iguales.
Es la única luz en medio de tanta irresponsabilidad. La última muestra, esta misma tarde, desde el PP, el partido que gobierna. Han hecho público un vídeo en contra de los independentistas con el hashtag hispanofobia. Los que alientan las fobias son los máximos responsables de sus consecuencias.
¿Se dan cuenta de la importancia de las palabras?

sábado, 23 de septiembre de 2017

El sentimiento catalán. Albert Boadella

La reforma constitucional parece ya un hecho irreversible. Incluso el presidente Rajoy dice estar dispuesto para hablar de ello. Supongo que forzado por su soledad en el asunto. Me refiero al asunto más grave que tiene planteado España desde hace años. O sea, Cataluña. Esta insondable reforma se ha convertido en la pócima prodigiosa que pretende acabar con la epidemia tribal del separatismo. Alguien acuña una frase contundente al vuelo y, si la ocurrencia lleva envoltura de multiusos y no compromete a nada concreto, se expanden sus provechos como el bálsamo de Fierabrás. Sorprende la facilidad con que la martingala se instala en el día a día de la política y los medios de comunicación para tomar apariencia de realidad incuestionable. Sobre ella llueve un derrame de especulaciones. Parece el tema de un entremés cervantino.
Me pregunto quién tuvo la idea genial de la reforma. Creo recordar que se parió desde las filas socialistas buscando enigmáticos federalismos, pero a estas alturas ya resulta muy difícil seguir la genética de un invento en boca de los más dispares. Lo que está claro es que sirve a todos porque los partidos nacionales dan por fracasada la posibilidad de una auténtica homogeneidad de derechos y deberes entre los ciudadanos de la España actual. Ante ello hay que reunirse para elaborar las reformas constitucionales y así entrar de nuevo en el tema de la igualdad. Poco importa que la actual Constitución fuera elaborada mirando de reojo a Cataluña y que se organizara el gatuperio autonómico en función de vascos y catalanes. No escarmentamos. Ahora hay que montar otro berenjenal para lo mismo. Constatar públicamente el fracaso del anterior.
Cuesta poco imaginarse el primer encuentro de la inevitable comisión. Un desbordamiento inicial de medias palabras y subterfugios. Todos sin mostrar las cartas marcadas y esperando a ver que se le ocurre al adversario. A ver quien se compromete el primero. Algunos pretextos como el artículo 57 en relación a la reforma sucesoria de la corona servirán de preámbulo para lo que es el auténtico meollo del asunto ¿Cómo endilgar la píldora de la desigualdad entre territorios sin que explote una riña fratricida entre ellos? Es muy posible que llegados a esta tribulación los más osados pongan por delante la coartada de los sentimientos. ¡Ay! ¡Los sentimientos! Un argumento convincente e irrebatible. Como la paz mundial o el cambio climático. Hay que proteger los sentimientos especiales, diferenciados y exclusivos de los catalanes. Así de fácil. Pero, claro, ¿con que términos poner en letra la justificación y la precisión de estos sentimientos especiales y diferenciados? Ya no están los ladinos redactores delImperio hacia Dios o El centinela de occidente para marear la perdiz con su eficaz poética altisonante. En aquellos tiempos comulgábamos con ruedas de molino. Ahora resulta que estamos en un Estado de Derecho y hay que explicarlo con pelos y señales en vistas a la judicatura y sus tiquismiquis.
Por si les sirve de algo les explico yo de que se trata esto de los sentimientos catalanes. En los primeros años de mi niñez me enseñaron de forma más o menos subrepticia que, entre la gente, estaban los nuestros y los de fuera. Los de fuera eran els castellans, una gente que, además de hablar una lengua enfática e imperiosa, había que mantener a distancia. Nada bueno podía emanar de tales sujetos ni de sus lugares de origen.
El lenguaje críptico inducía a sospechar un sinfín de horrores del pasado que provenía de aquella tropa infiltrada. Quien no ha conocido este entorno no puede imaginarse lo agradable que resulta vivir en el calor incestuoso de la tribu amenazada. Imaginando intimidaciones de la poblada tribu vecina. Un tufo de miseria, suciedad e incultura emanaba entonces de los de fuera, gentes tan ufanas y soberbias como denuncia el himno. Nada comparable a nuestra tribu delseny.
Si no han estado sumergidos en un cotarro parecido, es imposible percibir como se disfruta formando parte de la minoría amenazada por este supuesto enemigo común. No hay que hacer ningún esfuerzo para transmitir a otra generación un sentimiento tan excitante y ancestral. Tiene además la ventaja que, de salida, lo llevamos todos dentro. Cualquier excusa histórica o económica es secundaria. Lo esencial es el placer y el privilegio de recrearse en este sentimiento. Disentiremos en todo pero estamos de acuerdo en un principio fundamental: nada bueno para nosotros proviene de España. Madrid es el enemigo a batir.
En definitiva, este es el núcleo del sentimiento catalán que alcanza una mayoría de ciudadanos del territorio regional, aunque -como suele suceder- adquiere mayor radicalidad en la parte rural de dicho territorio. Se adorna con castellers, diseño o exhibiciones pacifistas para encubrir las vergüenzas del odio y la xenofobia, pero la realidad de hoy se nos ha mostrado por fin descarnada. Cuando todavía no habían perdido el pudor lo disfrazaban con una supuesta cultura distinta y otros inventos, pero ha llegado el momento crucial. El momento de la venganza.
La Cataluña como arcadia feliz desprendida de España solo se la imaginan cuatro despistados. Para el resto de la población, no importa que el procés pueda significar ruina, enfrentamiento o un futuro problemático en Europa. La catarsis es irreprimible. Hay que desquitarse. Pasar cuentas. ¿Saben cuál es la diferencia entre el taimado Pujol de los años 80 y los destroyers actuales? Una sutilidad. Simplemente se han quitado la máscara.
Sepan el resto de los españoles tan sensibles al sentimiento catalán que amparan unos sentimientos proclives a la creación de víctimas. Unas por muerte civil y otras por muerte física. Esta clase de sentimiento ha producido en España innumerables víctimas del terrorismo. Esta clase de sentimiento ha tenido gran responsabilidad en las dos guerras mundiales del siglo XX. Millones de víctimas. ¿Bajo semejante advocación vamos ahora a justificar un cambio constitucional pensando que quizás incluyendo el sentimiento singular en forma de desigualdad se soluciona el asunto? El problema es que no es singular. Lamentablemente, su raíz forma parte de lo que el ser humano va mitigando a medida que crece y aprende a dominar sus instintos primarios.
Comprendo a los ciudadanos del resto de España cuando manifiestan su pasmo ante lo que está aconteciendo, aunque tampoco es una novedad. Las comunidades humanas enferman igual que las personas. El atrayente contagio de estos bajos sentimientos es causa de auténticas pandemias que alejan de la realidad a sus afectados. Puedo entender que, desde una democracia, es muy difícil responder seriamente a una ficción, pero no lo agravemos ahora con más ficciones constitucionales.
Albert Boadella Oncins es actor y dramaturgo, fundador de la compañía de teatro Els Joglars.