La cigüeña situada sobre uno de los pináculos de la iglesia se mantiene inmóvil, en dificilísimo equilibrio. No aparenta hacer cosa alguna, y de pronto, sin que nada externo parezca motivarlo, emprende de nuevo el vuelo y se aleja enigmática e indiferente, semejante al vigía que cumplido el tiempo de su guardia abandonara su puesto sin esperar a ser relevado.
Gustavo Martín Garzo
El cuarto de al lado
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