"Hemos pasado de oír 'qué sirvergüenzas' a 'qué bonito'".


Nels,
Aisha, Borja Ballesta, Carlos Callizo y Zai Man son cinco de los
integrantes de un grupo de artistas locales que, subidos a elevadores y
pertrechados con 500 botes de aerosol y 300 litros de pintura, han convertido a este rincón anodino de baldosas en una chincheta roja en el Google Maps de los rastreadores de arte urbano.
«Estamos
obligando a que la gente pasee levantando la vista, prestando
atención», dice Callizo, uno de los responsables de esta explosión
artística al aire libre. Que se lo digan a los vecinos del
barrio de Santa Eulalia, que ha sustituido garabatos apresurados y sin
ningún atractivo por retratos, claroscuros y geometrías sugerentes en 23
de sus calles.
La Oficina del Grafiti de Murcia surgió para limpiar la ciudad de pintadas que afeaban el mobiliario urbano.
Pero ahora sus aspiraciones son otras. «En Murcia hay muchísimo
talento; sólo había que ofrecer el espacio y los materiales para
aprovechar la capacidad de nuestros artistas y generar un nuevo
patrimonio». Habla Clemente García, responsable de la Oficina, mientras
nos acompaña en un paseo por los murales. «El futuro del arte está en la
calle. Sales a pasear y estás en un museo al aire libre». Sin necesidad
de pagar una entrada ni de hacer cola a la puerta.
Pionera en
España, la Oficina del Grafiti pretende hacer de Murcia la capital
nacional del grafiti, ahí es nada. Por lo pronto, ya asesora a ciudades
como Madrid y Valencia, dos de las mecas locales -junto a Barcelona- del
Street Art. Muestra del éxito, un botón: el Museo de Bellas Artes de la ciudad, inaugurado en 1910, batió su record de visitas este año con la exposición Arte Urbano: de la calle al museo, que exhibió 85 obras de artistas de 23 países.
Al
artista Callizo le sorprende el estado de conservación de los murales,
que el barrio ha hecho suyos y preserva del vandalismo. «¡Están
perfectos! Ni pintadas, ni arañazos». Sorprende que lo único que les hayan lanzado sea los flashes de los blogueros. Algo ha cambiado en la personalidad de Murcia. «Ha sido un boom, aquí ni se sabía lo que era el arte urbano», afirma.
Clemente
recuerda el comentario de dos ancianas mientras trabajaban en un mural.
«Venían con su carro, se pararon y dijeron: '¡Qué preciosidad!'. Hemos pasado de que la gente diga 'qué sinvergüenzas' a '¡qué bonito!'. Ha habido un cambio generacional tremendo».
Se trata de un cambio de percepción que va calando.
Callizo subraya que «grafiti hace referencia al origen del movimiento
en los años 70 en Nueva York y Filadelfia, cuando los pandilleros
pintaban trenes. Ahora hay que hablar de arte urbano. El grafiti tiene
connotaciones vandálicas. Esto es todo lo contrario: el artista quiere
regalar su arte, no correr delante de la policía». Nels, otro de los
creadores locales, añade: «Hay gente que no cree que con un bote de spray se puedan hacer estas maravillas».
También hay vida más allá del aerosol. Callizo, por ejemplo, realiza sus murales con espátula.
«Un día utilicé un bote de spray y casi los mato a todos. ¡Qué peste
echaba eso, por Dios!». Le preguntamos a él y a sus compañeros si es
posible dedicarse exclusivamente al arte de convertir paredes en
lienzos. «Ni de coña», contesta Nels. «Hay gente que saca dinero de
murales por encargo, pero vivir de esto es muy complicado».
Callizo
difiere: «Hay un boom en instituciones y ayuntamientos. Hasta los
pueblos pequeños quieren tener su festival. Incluso la empresa privada
está cayendo en la cuenta de que puede tener una fachada distinta. Dentro de unos años sí será factible vivir del grafiti».
La
relevancia que está adquiriendo Murcia en el arte urbano lo demuestra
el interés de artistas extranjeros en pintar en la ciudad y compartir
espacio con el talento local. Ha sido el caso de Eduardo Kobra ,
Sofía Frey, Freak The Fab, Lolly Brick... «No venían a apoyar a los
murcianos, sino a colaborar y a compartir. Ahí se ve el potencial,
apostilla Clemente. Sus artistas han pasado de pedir permiso para pintar
a las comunidades de vecinos a que «todo el mundo quiera cedernos un
espacio». Es la prueba de que algo se mueve en las paredes de Murcia. Preparen sus smartphones, no sea que se lo pierdan.
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