lunes, 31 de octubre de 2016

Fotografías de la Vía Láctea desde los Campos de Sal de Bolivia





En mayo de 2016, el fotógrafo ruso Daniel Kordan, viajó hacia el Salar de Uyuni en Bolivia con el objetivo de cazar estrellas con su Nikon DSLR D810A (14-24 mm f / 2.8 lente Nikon) . El resutado, la vía láctea en su máximo esplendor y reptando por el infinito cielo con suma belleza.

domingo, 30 de octubre de 2016

Huso horario natural


Esta imagen resume claramente por que el estado español debería volver a su huso horario natural, el de Greenwich o GMT, como Reino Unido o Portugal, y no continuar con el de Berlín.
En 1884 España fijó su hora legal en el huso horario que geográficamente le corresponde: el meridiano 0.
Sin embargo, en 1942, en plena II Guerra Mundial, España adoptó el horario centroeuropeo como gesto de gracia de Franco hacia la Alemania nazi. Reino Unido y Portugal también cambiaron su horario. Sin embargo, al acabar la guerra, estos volvieron al huso europeo occidental, pero el estado español continua desde 1942, inexplicablemente, en un huso que no le corresponde por su posición geográfica y solar.
Según un informe de la Comisión de Igualdad del Congreso, regresar al horario de Greenwich-GMT (inspirado en el ciclo solar diurno), tendría un efecto favorable en la conciliación familiar, laboral y personal de todas las personas.


jueves, 27 de octubre de 2016

Alta hora de la noche. Roque Dalton

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

jueves, 20 de octubre de 2016

Karen Knorr



















Karen Knorr (Frankfurt, 1954) es una artista norteamericana que creció en Puerto Rico en los años sesenta y completó sus estudios en París y Londres.



India Song (2008-2014) es un trabajo que subraya la presencia y desaparición inminente de diferentes especies animales y de su representación en el arte de la India (miniaturas , pinturas y murales). La artista fotografía lugares sagrados y ancestrales remitiéndonos a temas sociales como las castas, la feminidad, las relaciones de poder y sus paralelismos en el mundo animal. Karen Knorr fotografía animales salvajes en parques y santuarios en India y los inserta digitalmente en palacios reales, templos y mausoleos transformándolos en personajes salidos de la literatura India (Ramayana y Panchatantra) borrando los límites entre realidad e ilusión.

martes, 18 de octubre de 2016

Luego del despertar. José Ángel Valente

Luego del despertar
y mientras aún estabas
en las lindes del día
yo escribía palabras
sobre todo tu cuerpo.
Luego vino la noche y las borró.
Tú me reconociste sin embargo.
Entonces dije
con el aliento sólo de mi voz
idénticas palabras
sobre tu mismo cuerpo
y nunca nadie pudo más tocarlas
sin quemarse en el halo de fuego.

José Ángel Valente

lunes, 17 de octubre de 2016

Urdiendo Imbecilidades. Javier Marías

HAY MUCHO inquietante en las sociedades actuales, pero algún rasgo es además misterioso, como la continua, siempre incansable, proliferación de imbecilidades. Es seguro que en gran parte se debe a las redes sociales, que actúan como amplificadoras de toda sandez que se le ocurra a cualquier idiota ocioso. Hace tiempo que dije que la estupidez, existente desde que el mundo es mundo, nunca había estado organizada, como ahora. Cada memo lanzaba su memez y ésta se quedaba en el bar o en una conversación telefónica entre particulares. Había poco riesgo de contagio, de imitación, de epidemia. Hoy es lo contrario: cualquier majadería suele tener inmediato éxito, legiones de seguidores, al instante brotan decenas de miles de firmas que la suscriben, hacen presión y a menudo imponen sus criterios o sus censuras o sus prohibiciones. Porque otro de los signos de nuestro tiempo es ese, el afán de prohibir cosas, de regularlo todo, de no dejar un resquicio de libertad intocado. Hablé hace poco de quienes quieren que no se publiquen –así, sin más– las opiniones que no les gustan o que contrarían sus fanatismos variados. Demasiados individuos desearían dictaduras a la carta, con ellos de dictadores. Y, lo mismo que el crimen organizado es mucho más difícil de combatir que el crimen por libre, otro tanto sucede con la necedad organizada
La última que me llega es la bautizada como “apropiación cultural”, sobre la cual, claro está, se están arrojando anatemas. Veamos de qué se trata: hay un montón de colectivos –o partes de esos colectivos, espero– que consideran un insulto que alguien no perteneciente a ellos practique sus costumbres, interprete “su” música, baile “sus” danzas o se vista como sus miembros. Pongamos ejemplos de esta nueva ofensa inventada: si alguien que no es argentino baila tangos, está llevando a cabo una “apropiación cultural” que, según los protestones, siempre implica robo y burla, hurto y befa; si unos señores se disfrazan de mariachis y cantan rancheras, lo mismo si no son mexicanos auténticos; los blancos no pueden tocar jazz, porque es expresión del alma negra y un no-negro estaría parodiándola y faltándole al respeto; por supuesto nadie que no sea gitano de pura cepa puede salir en un restaurante a arañar el violín con atuendo zíngaro, vaya escarnio.

Es un escalón más. Hace tiempo escribí sobre algo parecido: centenares de miles de firmas clamaban al cielo porque en una película de Peter Pan (con actores), a la Princesa Tigrillas no la hubiera encarnado una actriz india de verdad (india de América), sino una blanca. Estos agraviados, por lógica, condenarían a cualquier actor que, no siendo danés, hiciera de Hamlet; al que, no siendo “moro de Venecia”, hiciera de Otelo; al que, no siendo manchego, se atreviera con Don Quijote, y así hasta el infinito. Esto de la “apropiación cultural” es de esperar que no prospere y que nadie haga maldito el caso, pero ya de nada puede uno estar seguro. Los bailes de disfraces quedarían automáticamente prohibidos, por irreverentes, y a Jacinto Antón habría que correrlo a gorrazos por vestirse de vez en cuando –según ha contado– de policía montado del Canadá o de explorador británico con salacot y breeches. Un hereje el pobre Jacinto.Si la cosa se llevara a rajatabla, nos encontraríamos con que Bach estaría reservado sólo a intérpretes alemanes, Schubert a austriacos y Scarlatti a italianos. Nadie que no hubiera nacido en Sevilla debería bailar sevillanas, ni muñeiras quien no fuese gallego. El sitar sería un instrumento vedado a cuantos no fuesen indios de la India (aunque tampoco estoy seguro de que sea exclusivo de ellos), nadie que no fuera ruso debería acercarse a una balalaika ni lucir casaca cosaca, y un colombiano jamás osaría marcarse una samba. Las grabaciones de Chet Baker y otros jazzistas blancos habrían de ser quemadas, por irrespetuosas, y nadie que no proviniera de ciertas zonas de los Estados Unidos estaría autorizado a entonar una balada country. ¿Y qué es eso de que Madonna aparezca con traje de luces en algunos de sus conciertos? Vaya escándalo, vaya mofa para España y Francia.
Más allá de lo grotesco y las bromas, cabe preguntarse qué ha pasado para que hoy sea todo objeto de protesta. Por qué todo se ve como denigración, y nada como admiración y homenaje, o incluso como sana envidia. Hubo un tiempo no lejano en el que los colectivos se sentían halagados si alguien imitaba sus cantos y sus bailes, si atravesaban fronteras demostrando así su pujanza, su bondad y su capacidad de influencia. ¿Por qué todo ha pasado a verse como negativo, como afrenta, como “apropiación indebida” y latrocinio? Da la impresión de que existan masas de imbéciles desocupados pensando: “¿Qué nueva cretinada podemos inventar? ¿De qué más podemos quejarnos? ¿Contra quiénes podemos ir ahora? ¿A quiénes culpar de algo y prohibírselo?” Ya lo dijo Ortega y Gasset hace mucho: “El malvado descansa de vez en cuando; el tonto nunca”. O algo por el estilo.
Javier Marías 
El Semanal, 16 de octubre de 2016.

domingo, 16 de octubre de 2016

lunes, 10 de octubre de 2016

No siempre limpia y da esplendor.

Este artículo de hoy es una disculpa y una confesión de impotencia. Durante los trece años que llevo en la Real Academia Española he recibido, como otros compañeros, numerosos comentarios, sugerencias y peticiones de ayuda. Se nos han enviado repetidas muestras de disparates lingüísticos vinculados a la política, al feminismo radical, a la incultura, a la demagogia políticamente correcta o a la simple estupidez; de todo aquello que, contrario al sentido común de una lengua hermosa y sabia como la castellana, la ensucia y envilece. Y debo decir, en honor a la Academia, que a lo largo de todo ese tiempo he asistido a muchos intentos por ayudar a quienes piden consejo o amparo ante la estupidez, la arbitrariedad y el despropósito. Por dar respuesta eficaz a las quejas de ciudadanos indignados con el maltrato que de la lengua se hace en medios informativos y televisiones, apoyar a padres a cuyos hijos se impide estudiar en castellano, orientar a funcionarios de autonomías donde las autoridades locales imponen disparates que violentan el sentido común, o defender a quienes son víctimas de acoso por no pretender sino ejercer su derecho a hablar y escribir con propiedad la lengua española.
Sin embargo, muy rara vez la Academia ha hecho oír en público la voz de su autoridad. Sólo recuerdo un caso en trece años, pese a que cada denuncia, cada sugerencia razonable, ha sido llevada a los plenos de los jueves por algunos de nosotros pidiendo intervenciones menos discretas y más contundentes. El último debate fue antes del verano, cuando funcionarios y profesores andaluces pidieron amparo ante unas nuevas 
normas que pueden obligar a los profesores, en clase, a utilizar el ridículo desdoblamiento de género que, excepto algunos políticos demagogos y algunos imbéciles, nadie utiliza en el habla real. Eso nos llevó en la RAE a un animado debate, en el que algunos, incluido el director, nos mostramos partidarios de escribir una carta a la Junta de Andalucía para señalar ese despropósito. Pero la iniciativa, cual todas las anteriores sobre esta materia, no salió adelante. La Academia, como tantas otras veces, volvió a guardar silencio.
Esto requiere una explicación. En la Academia, los acuerdos se toman por unanimidad o mayoría; pero allí, como en otros lugares, hay de todo. Eso incluye a acomplejados y timoratos. Es mucha la presión exterior, y eso lo comprendes. No todo el mundo es capaz de afrontar consecuencias en forma de etiqueta machista, o verse acosado por el matonismo ltrafeminista radical, que exige sumisión a sus delirios lingüísticos bajo pena de duras campañas por parte de palmeros y sicarios analfabetos en las redes sociales. Lo notas en las miradas cómplices o aprobatorias cuando planteas algo conflictivo, miradas que luego contrastan con los silencios a la hora de mojarse o de votar. «Para qué nos vamos a meter en política», argumenta alguno, para quien meterse en política es todo 
aquello que nos lleve a opinar en público. Incluso la iniciativa –hasta hoy frustrada– de que la RAE presente y difunda un informe anual sobre el estado de la lengua, la consideran injerencia.
El único ejemplo reciente de coraje público lo dimos cuando Ignacio Bosque, quizá nuestro más brillante compañero, presentó su famoso informe contra la estupidez de género y génera. Aun así, el profesor Bosque lo hizo como iniciativa personal, y algunos académicos se negaban a refrendarlo hasta que tuvieron que plegarse a la mayoría. Aquello era, apuntaban como siempre, «meternos en política».
Y es que, como dije antes, en la RAE hay de todo. Gente noble y valiente y gente que no lo es. Académicos hombres y mujeres de altísimo nivel, y también, como en todas partes, algún tonto del ciruelo y alguna talibancita tonta de la pepitilla. En Felipe IV sigue cumpliéndose aquel viejo dicho: hay académicos que dan lustre a la RAE, y otros a los que la RAE da lustre. Que acabaron ahí por carambolas, cuotas o azares, y deben a la Academia buena parte de lo que son, o aparentan ser, ahora.
Pero en fin. Unos cuantos académicos lo seguiremos intentando. La RAE lo merece: notario de la lengua española y vértebra capital de una patria de 500 millones de hispanohablantes cuya bandera es El Quijote. A veces, es cierto, en episodios como los que acabo de narrar, apetece coger la puerta e irse; pero no es cosa de regalar esa satisfacción. Mejor seguir dentro dando por saco, peleando por el sentido común, llamando cada jueves pusilánimes a los que lo son, y estúpidos a quienes creen que por meter la cabeza en un agujero no se les queda el culo al aire.
Arturo Pérez-Reverte
Publicado en XL Semanal el 2 de octubre de 2016.