domingo, 6 de diciembre de 2009

Fira de Santa Llúcia



La fecha más antigua que conocemos de la “fira” corresponde al año 1786. Esta fecha es bien concreta y no dá lugar a dudas, tanto de la celebración de la “fira”como de su importancia, ya que dos fuentes muy fidedignas lo constatan. La primera de ellas la hallamos en los escritos de Rafael Amat, escritor catalán del siglo XVIII (1746-1818), conocido con el sobrenombre de Barón de Maldá, y donde en una crónica de su dietario de 60 volúmenes titulado “Calaix de Sastre” se dice : “Día 13 de Diciembre, Santa Lucía virgen y mártir. Hubo fiesta en la Catedral, en la capilla y en el altar donde se venera la imagen de la Virgen; y fuera, en los claustros, con la feria delante de su calle, muchos puestos de belenes, figuras de barro y cartón, imágenes de santos, pastores, animales..., que hacen que haya multitud de gente,(...). Y dentro de la Seo la gente oye misa y reza a la virgen para que les conserve la vista con la claridad.”
La segunda fuente, nos llega del gran folklorista y autor del “Costumari Català” Joan Amades (1890-1959) que confirma el año 1786, como la fecha conocida más antigua y fidedigna.
Ni las calamidades, como la terrible epidemia de fiebre amarilla que padeció la ciudad de Barcelona en el 1860, no impidieron la celebración. Joan Amades habla de Santa Llúcia como la patrona de las modistas, sastres y de todos aquéllos que trabajan el arte de la aguja, asimismo también de los ciegos; es por ello que se la conoce popularmente como “la abogada de la vista”.
También se dice que la misma feria era conocida como “la feria de las mozas”, ya que se creía que iban chicas solteras para concertar desposos. Las mozas de los alrededores iban acompanyadas de su madre, bien vestidas y arregladas, para poder encontrar un pretendiente.
El día de Sta. Llúcia, en algunas poblaciones de Catalunya, las niñas que en el siglo XIX y parte del XX estudiaban costura, hacían fiesta y corrían por el pueblo o ciudad entonando canciones y salmos. La gente las apodaba “llucietes”. En otros lugares, se conoce que las chicas se reunían a escuchar misa y luego iban en grupo por las casas recogiendo limosnas y donativos. Una de ellas representaba Sta. Llúcia y llevaba puesta una corona de flores y las que la acompañaban eran las “cardenalas”. En Barcelona , las modistas se reunían en el Parque de la Ciudadela donde se celebraba una gran fiesta.
En algunas fuentes podemos leer que a lo largo del s.XIX, en la “fira” de figuras de pesebre se hallaban vendedores de muñecos de cartón, que eran accionados estirándolos de un cordel. A pesar de no tener ninguna relación con el pesebre, los niños quedaban embelesados ante ellos y esto ayudaba a que hubiese una mayor afluencia de gente en la “fira”.
Amades escribe que en el siglo XIX se celebraba feria de belenes tres días: por la Purísima y por Santa Llúcia, en la plaza de la Catedral; y por Santo Tomás, en las plazas del Pi, de Sant Josep Oriol y en la del Born. En estas ferias se vendían figuras, casetas,y otras construcciones y piezas propias del belén, como puentes, fuentes, molinos, pozos, pajares... En cambio, los elementos propios para la construcción del paisaje como el musgo, el corcho , murtra y demás hierbas podían encontrarse en las escaleras de la Seo. Nuestros abuelos distinguían bien ambas ferias: la de belenes y la de hierbas.
La afición por el belén fue en crecimiento e hizo que ambas ferias aumentasen de puestos de venta hasta el punto de unirse.
Ya entonces, aconteció la costumbre de que los niños acompañados de sus padres fuesen a pasear, a pesar del frío propio de la época del año, con tal de vivir el ambiente navideño y sentirse arropado por el bienhacer de los vendedores. Al llegar al hogar con todo lo necesario comprado en la “fira”, las famílias construían el belén que servía de entretenimiento de los pequeños de la casa y del gaudio de los mayores.
Algunas fuentes anteriores al s.XX, destacaban que los verdaderos belenistas no inuguraban el belén hasta la Nochebuena, ya que consideraban irreverente simular el misterio del nacimiento del niño Jesús antes de producirse.
Durante el primer tercio del s.XX, el día de Sta. Llúcia toda Barcelona acudía a la pequeña capilla dedicada a la Santa para prevenir el mal de ojos. Los alrededores de la capilla se llenaban de gente, y los feriantes vendían lo mejor que tenían.
"Perquè avui és Santa Llúciadia de l´any gloriós,pels vols de la Plaça Novarondava amb la meva amor.Anem tots dos a la fira,amiga, anem-hi dejora, que una mica de muntanyaalegri nostra tristor.Comprarem grapats de molsai una enramada d´arboç,i una blanca molinera,i una ovella i un pastor".(Fragmento del “Romanç de Sta. Llúcia d´en J.Mª de Segarra).
Con respecto a su instalación, la “Fira de Sta. Llúcia” ha cambiado mucho si se compara con antaño. Por ejemplo, a principios del siglo XX, según las fotografías que se conservan, los feriantes montaban sus puestos con un gran tablero de madera y unos sencillos estantes, protegiéndolos con un rudimentario entoldado impermeabilizado con aceite de linaza, y se iluminaban con luces de petróleo o acetileno, cuando empezaba a oscurecer.
Ahora, en cambio, las paradas son de madera, bien equipadas y resistentes, e iluminadas con luz eléctrica.
Paralelamente a los puestos de figuras y objetos de corcho o artículos de adorno, también se instalan puestos llamados de “verde” en los que se halla musgo, brusco, laurel, abetos, corteza de corcho, muérdago...
Sin duda, la “Fira de Sta. Llúcia” es una de las tradiciones navideñas más arraigadas y antiguas de la ciudad de Barcelona.
Además de lo ya citado, seria necesario hacer mención de algunos de los muchos artesanos del mundo del belén que han hecho posible el suceder de la “fira” a lo largo de los más de 200 años de pervivencia. La gran afición a los belenes en Cataluña y en el resto de España ha dado paso a artistas que han destacado en el arte belenístico. Si hablamos del pasado, seria importante citar dentro del mundo de las figuras del belén a cuatro de los artistas más relevantes: Francisco Salzillo (1707-1783) de Murcia, Ramón Amadeu (1745-1821) de Barcelona, Damià Campeny (1771-1855) de Mataró, y Doménech Talarn (1812-1902) de Barcelona.

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