martes, 6 de junio de 2017

Antonio Canova

Antonio Canova nació en Possagno, cerca de Venecia, en 1757; perteneció, por tanto, a la generación de Goya yDavid. Alcanzó gran fama en vida, tanto en Italia como fuera de ella, como muy pocos artistas contemporáneos a él la lograron.
De origen humilde, se hizo tallador de piedra como su padre y pronto empezó a destacar en Venecia. Ya en 1778 viajó a Roma, entonces un hervidero intelectual al que afluían artistas de todo el mundo en busca de novedades: el citado Goya, Füssli, Piranesi
Allí Canova tomó conciencia de las obligaciones intelectuales del escultor, más allá de su habilidad técnica. En aquel momento, Winckelmann abría el debate sobre la visión historicista y romántica del clasicismo, un debate al que fue sensible el artista de Possagno, quien hizo, en el fondo, lo complementario aMesserschmidt: dar animación a la piel.
Hasta entonces, los escultores pulían unas formas en el espacio; Canova da calidad sensorial y aliento de vida a la superficie, a la epidermis. En sus obras, lo óptico es el tacto, y es desde esa tactilidad desde la que se aprecian sus esculturas. Por eso se habla, al referirnos a la contemplación de sus trabajos, de “la visión de las manos”. Lo meramente ocular es la imagen pintada, pero lo genuino es tocar: en Canova desaparecen los elementos matemáticos a favor de los físicos.
La escultura de Canova – podemos decir- requiere de una visión sobre todo física, no conceptual ni matemática, de una especie de estremecimiento. Evoca la leyenda de Pigmalión, que se enamoró de una de sus esculturas, a la que Venus, apiadada, dio vida. Ya Ovidio, en su Metamorfosis, había hablado de la faceta creadora, en el estricto sentido de la palabra, del artista y no está de más recordar que la gran novela escrita en vida de Canova fue quizáFrankestein de Shelley, en la que, como sabéis de sobra, un médico crea un ser humano que deviene monstruoso. Estos temas cobran ahora una dimensión real.
Masdearte.com










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