viernes, 21 de noviembre de 2008

46 Festival Internacional de Cine de Gijón

Gijón inicia su Festival en el que se proyectarán 200 películas en 10 días

La 46ª edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, que proyectará más de doscientos largometrajes desde hoy y hasta el 29 de noviembre, ha arrancado hoy con la emisión de la cinta americana Choke. Previamente, la actriz española Estíbaliz Gabilondo, reportera del programa Caiga Quien Caiga, ha dirigido esta gala de presentación que ha contado con la presencia del presidente del Principado. Vicente Alvarez Areces, y de la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso.
Gijón apuesta por la animación y por el documental como vehículos de denuncia
Por el escenario del teatro Jovellanos han pasado los miembros del jurado Julia Loctev, Alex Brenbdemühl, Sergio Wolf y Malena Alterio, además de los directores de cine Lucrecia Martel y Cameron Jane, entre otros. El festival se ha inaugurado con la cinta de americana Choke, premio especial del jurado al mejor reparto coral en Sundance y obra de Clark Gregg inspirada en la última novela del autor de El Club de la Lucha, Chuck Palahniuk.
El cineasta relata durante 89 minutos con "acidez monumental e hilaridad corrosiva" la vida de un joven que recurre al timo para llegar a fin de mes y financiar el ambulatorio de una madre demente que interpreta Angelica Houston. El certamen, que contará con quince películas inéditas de directoras europeas, dedicará homenajes a los directores libaneses Johana Hadjithomas y Khalil Joreige, consagrados con A perfect Day; a la revelación del nuevo cine argentino Lucrecia Martel, y al austríaco Peter Tascherkassky, que tendrán muestras retrospectivas de sus obras.
El dúo Hadjithomas-Joreige estrenará en Gijón su última película, Je veux voir, protagonizada por Catherine Deneuve, que se presentó en el Festival de Cannes este año y ofrece una nueva visión de la guerra del Líbano.
El documental político norteamericano estará presente en la retrospectiva titulada "La utopía yanqui", que incluirá largometrajes de directores estadounidenses que se educaron en la contracultura de la década de los años 60 y han experimentado con vías de distribución alternativas. Entre ellos estarán Jim Finn, cuya obra destaca por el equilibrio entre el humor y la política; Jem Cohen, que se adentra en la música contemporánea, y John Gianvito, que se ha animado a contar la historia de los Estados Unidos desde la perspectiva de los perdedores.
El dolor -¡en dibujos animados!- de los recuerdos de un soldado israelí que entró en los campos de refugiados de Sabra y Chatila en Líbano y que refleja Ari Folman en Waltz with Bazir. La búsqueda de un adolescente -rey de Internet- de la verdadera historia de sus padres, en Adoration, de Atom Egoyan... El festival de Gijón, que arrancó ayer con la proyección de Asfixia, de Clark Gregg -adaptación al cine de la novela de Chuck Palahniuk, y que se estrena hoy en las salas comerciales-, apuesta otro año más por filmes arriesgados, como los antes citados.
Y entre esas apuestas, uno de los escándalos del pasado certamen de Locarno (Suiza), el documental La fortaleza, que causó una oleada de emoción y conmovió hasta a la mismísima ministra de Justicia suiza, antes de alzarse con el Leopardo de Oro.
La fortaleza muestra el día a día del centro de acogida de demandantes de asilo de Vallorbe, en la frontera suizofrancesa. Es la primera vez que las autoridades permiten la entrada de cámaras para filmar la vida de los refugiados provenientes de África, Irak, Turquía o los Balcanes.
Su director, el suizo de origen español Fernand Melgar, vivió esa realidad en carne propia. Sus padres, temporeros andaluces, fueron parte de la oleada migratoria española a Suiza en los años 60. Pero, a diferencia de Carlos Iglesias y su Un franco, catorce pesetas, la visión de Melgar sobre Suiza dista de ser angélica. "Mi padre vivía en un barracón y trabajaba por un sueldo de miseria", explica sin amargura aparente. El realizador recuerda que siendo niño se escondía bajo la cama si alguien golpeaba a la puerta, por miedo a la deportación: él y su madre estaban en Suiza de forma clandestina.
Melgar vivió seis meses en el centro de acogida. "Hice un trabajo de campo con un etnólogo para comprenderles. Cuando llegamos con las cámaras, ya habíamos ganado su confianza".
¿Tan difícil es entrar en Suiza? "Es imposible", afirma. "Piense que sólo hay dos formas de poner el pie en ese país de forma legal si no se es ciudadano de un Estado del Espacio Schengen", explica, "una es casarse con un suizo, y la otra es demandar asilo. Y de cien personas que lo piden, sólo una lo recibe. Las otras pasan a iniciar recursos administrativos y agotan las vías legales antes de pasar a la clandestinidad".
Para Melgar, "La fortaleza es una metáfora de Suiza y de Europa, construimos una muralla para mantener a distancia a la miseria del mundo. No sé si es la política más inteligente".

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