jueves, 4 de diciembre de 2008

Buenas noches, señor monstruo



























La editorial Siruela publica un compendio de seres fantásticos a través de cuentos populares

La cuenta cuentos Ana Cristina Herreros recupera en un libro infantil a los personajes que intrigaron y quitaron el sueño a generaciones de niños, temerosos de que los monstruos, que hoy viven en peligro de extinción, les pudieran devorar en un descuido. Quiere olvidar a Shrek y que vuelvan las amenazas del cuélebre astur y el basajaun vasco.
'Libro de monstruos españoles', que publica la editorial Siruela con ilustraciones de Jesús Gabán, es un compendio de los seres fantásticos que pueblan los rincones oscuros de las casas antiguas, los sombríos boscajes, ríos y cielos del país -el cíclope, el hombre lobo, la lamia, el nuberu, el tragaldabas...- a través de los cuentos de Ana Cristina Herreros, quien esta vez ha prescindido de su seudónimo, Ana Griott.
"Me da pena que los niños conozcan a Shrek o a los personajes de 'Monstruos S. A.', pero no a Martiniko o Culebrina", susurra por teléfono la autora con la voz dulce de quien cuenta cuentos a los bebés. Esta experta en literatura tradicional reclama la vuelta de los seres mitológicos españoles, rescatados de la cultura romana y griega, que han sido barridos de la imaginación infantil por los productos listos para consumir de las multinacionales del ocio.
El responsable de dibujar sus extravagantes rostros, el ilustrador Jesús Gabán, lamenta en su blog que "otros monstruos venidos de otros sitios están ocupando su sitio en nuestras cabezas, por eso los hemos arrecogido (sic) en este libro, todos juntos para que nos volvamos a acordar de ellos y sigan con nosotros".
La muerte del miedo
"Vivimos en una cultura muy 'light' donde todo lo profundo asusta", añade Herreros. La ventaja de los monstruos autóctonos es que "expresan nuestros miedos y además los tenemos que imaginar por nosotros mismos, no nos los dan ya hechos", cuenta esta leonesa de 43 años, que se empapó de la tradición rural -"las gentes de los pueblos son los verdaderos dueños de las historias de monstruos", apunta- e indagó en repertorios de los autores folcloristas.
Pero no sólo por Disney muere el cuélebre -ese que vive dentro del río y tiene la piel del revés, según la canción de Víctor Manuel-, "también desaparecen porque habitan en lugares por los que ya no transitamos y que ensuciamos sin darnos cuenta del que peligro que supone" para ellos. Y los grandes caserones donde podían guarecerse han dado paso a pequeños apartamentos donde, si acaso, sólo caben los duendes de la lavadora (esos que hacen desaparecer un calcetín cada vez que se hace colada).
A veces, dice esta biógrafa de lo monstruoso, es el exceso de celo de los padres, quienes no quieren enfrentar a sus hijos con el miedo, el que destruye la cultura popular de lo mitológico. Ella misma recuerda los cuentos que le narraban sus primos -su abuela, lamenta, nunca se los contó-, truculentas y dramáticas historias sin final feliz.
Por suerte, explica, aún existen zonas de España plagadas de criaturas escondidas. "Especialmente en la cornisa cantábrica, donde abundan lugares húmedos y arbolados que proyectan sombras", con especial presencia en el País Vasco, donde viven el señor de los bosques o el dragón de siete cabezas. Monstruos, al fin y al cabo, que protegen los rebaños y se zampan a los niños.

La cuenta cuentos Ana Cristina Herreros recupera en un libro infantil a los personajes que intrigaron y quitaron el sueño a generaciones de niños, temerosos de que los monstruos, que hoy viven en peligro de extinción, les pudieran devorar en un descuido. Quiere olvidar a Shrek y que vuelvan las amenazas del cuélebre astur y el basajaun vasco.
'Libro de monstruos españoles', que publica la editorial Siruela con ilustraciones de Jesús Gabán, es un compendio de los seres fantásticos que pueblan los rincones oscuros de las casas antiguas, los sombríos boscajes, ríos y cielos del país -el cíclope, el hombre lobo, la lamia, el nuberu, el tragaldabas...- a través de los cuentos de Ana Cristina Herreros, quien esta vez ha prescindido de su seudónimo, Ana Griott.
"Me da pena que los niños conozcan a Shrek o a los personajes de 'Monstruos S. A.', pero no a Martiniko o Culebrina", susurra por teléfono la autora con la voz dulce de quien cuenta cuentos a los bebés. Esta experta en literatura tradicional reclama la vuelta de los seres mitológicos españoles, rescatados de la cultura romana y griega, que han sido barridos de la imaginación infantil por los productos listos para consumir de las multinacionales del ocio.
El responsable de dibujar sus extravagantes rostros, el ilustrador Jesús Gabán, lamenta en su blog que "otros monstruos venidos de otros sitios están ocupando su sitio en nuestras cabezas, por eso los hemos arrecogido (sic) en este libro, todos juntos para que nos volvamos a acordar de ellos y sigan con nosotros".
La muerte del miedo
"Vivimos en una cultura muy 'light' donde todo lo profundo asusta", añade Herreros. La ventaja de los monstruos autóctonos es que "expresan nuestros miedos y además los tenemos que imaginar por nosotros mismos, no nos los dan ya hechos", cuenta esta leonesa de 43 años, que se empapó de la tradición rural -"las gentes de los pueblos son los verdaderos dueños de las historias de monstruos", apunta- e indagó en repertorios de los autores folcloristas.
Pero no sólo por Disney muere el cuélebre -ese que vive dentro del río y tiene la piel del revés, según la canción de Víctor Manuel-, "también desaparecen porque habitan en lugares por los que ya no transitamos y que ensuciamos sin darnos cuenta del que peligro que supone" para ellos. Y los grandes caserones donde podían guarecerse han dado paso a pequeños apartamentos donde, si acaso, sólo caben los duendes de la lavadora (esos que hacen desaparecer un calcetín cada vez que se hace colada).
A veces, dice esta biógrafa de lo monstruoso, es el exceso de celo de los padres, quienes no quieren enfrentar a sus hijos con el miedo, el que destruye la cultura popular de lo mitológico. Ella misma recuerda los cuentos que le narraban sus primos -su abuela, lamenta, nunca se los contó-, truculentas y dramáticas historias sin final feliz.
Por suerte, explica, aún existen zonas de España plagadas de criaturas escondidas. "Especialmente en la cornisa cantábrica, donde abundan lugares húmedos y arbolados que proyectan sombras", con especial presencia en el País Vasco, donde viven el señor de los bosques o el dragón de siete cabezas. Monstruos, al fin y al cabo, que protegen los rebaños y se zampan a los niños.

La sirena vive en la tradición oral de Asturias, Cataluña, Murcia y Andalucía. Advierte a los hombres del peligro del agua. Su compañero, el tritón, también vive en Cantabria como el pez de Liérganes.

Los monstruos del cielo son el cuélebre asturiano, la paparresolla murciana o el dragón de siete cabezas, del País Vasco. Pueden simbolizar el miedo a los reptiles y las tinieblas. El nuberu del noroeste era considerado el culpable de los fenómenos atmosféricos que arruinaban las cosechas.

El hombre del saco parece un mendigo. Podría ser un chatarrero que representa el miedo de las sociedades sedentarias al extranjero, capaz de desestabilizar la ciudad. Ya existía en las culturas grecolatinas

El tragaldabas -llamado papón en algunas partes de España- tiene siempre apetito y come sin tragar. Representa, según la autora del libro, el miedo a ser engullido, a que no te dejen ser.

Los enanos representan la fascinación por lo pequeño; el gigante, una metáfora del miedo a lo que no tiene medida; el hombre lobo, símbolo del temor a no poder controlar nuestra parte más agresiva. Junto a ellos, la lamia navarra, que se come a sus hijos; y el oricuerno, o el deseo de ser alguien diferente.

El cíclope, el basajaun y el culebro, son monstruos de tierra.

Por Ignacio de los Reyes.
Ilustraciones de Jesús Gabán, cedidas por la editorial Siruela.

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