jueves, 9 de diciembre de 2010

Reciclando


Supermercado Real de la calle Karl Marx, en el sur de Berlín (Alemania). Los clientes acuden a una sala especial con varias máquinas para devolver envases vacíos de cerveza, agua, refrescos... Introducen la botella o la lata usada en una abertura y a cambio reciben un ticket que pueden canjear por dinero en caja: por cada envase devuelto, recuperan 0,25 euros.
Hace siete años que Alemania introdujo este sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR) y hoy este país ha alcanzado una tasa de recuperación de estos envases del 98,5%. Ahora, un grupo de entidades ambientales y sociales españolas han creado una nueva organización, Retorna, para reclamar la inclusión de este sistema en España, aprovechando que hay que cambiar la Ley para transponer una nueva directiva europea de residuos.
Al introducir la lata o la botella en alguna de las tres máquinas del supermercado Real, un sensor identifica el tipo de envase y comprueba que pertenece al sistema alemán de depósito. Si es así, puede ser un recipiente de un solo uso (que ahora hay que reciclar) o de múltiples usos (que habrá que lavar y reutilizar). En el primer caso, al comprarlo el consumidor tuvo que dejar un depósito de 25 céntimos de euro que ahora le será devuelto. La máquina se traga el envase vacío, compacta el material en su interior e imprime un recibo con el reembolso para el cliente. Si se trata de un envase para reutilizar, el montante del depósito es distinto y la botella pasa a un cuarto contiguo donde se va juntando en cajas con otras del mismo tipo.
“Esto no supone ningún coste adicional para el consumidor”, asegura Maria Elander, de Deutshe Umwelthilfe, la ONG que impulsó la instauración de este sistema de depósitos en Alemania, como ocurre en otros 32 países o regiones del mundo, entre ellos, Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia u Holanda: “Sólo pagan los que no devuelven el material: el que contamina paga”.
Siete años después de la inclusión del sistema SDDR en Alemania, sus defensores aseguran que uno de sus efectos más impactantes salta rápidamente a la vista en cualquier ciudad: las latas y botellas tiradas en el suelo desaparecen de golpe de las calles o espacios públicos. Lo que antes era basura, se cambia ahora por dinero. “No sólo reciclamos más, también lo hacemos con mayor calidad”, incide Elander, que explica que al no juntarse con basura, el material recuperado para reciclar es de mayor pureza y se puede vender a un precio mucho mayor. “Cuando preguntamos a los consumidores, el 80-90% nos dice que le gusta el sistema”, asegura la alemana.
Al principio, los comerciantes eran reacios a la introducción de este sistema, pues son los únicos que se ven forzados a realizar importantes inversiones para recoger los envases: una de las máquinas del supermercado Real cuesta entre 15.000 y 20.000 euros. Sin embargo, según la representante de Deutshe Umwelthilfe, esta percepción inicial ha cambiado por completo, pues ahora las superficies comerciales sacan dinero de estas máquinas. Aparte del 1,5% de los depósitos cuya devolución nadie reclama, en Alemania los envases devueltos en cada establecimiento pasan a ser propiedad de este, siendo una materia prima que tiene un precio en el mercado: una tonelada de plástico PET se paga a unos 400 euros y una tonelada de aluminio a unos 1.000 euros. En los países escandinavos que también usan este sistema de depósito, el material no acaba siendo propiedad de los comerciantes, sino de un gestor central que sí paga a los comerciantes un porcentaje de todos los envases que se recojan en sus establecimientos. La propuesta de Retorna es introducir en España un depósito de 0,25 euros como el alemán, pero con un modelo similar al de los países escandinavos.
En Alemania se recuperan al año unos 16.000 millones de envases: un 80% de ellos son tragados por estas máquinas en supermercados y el 20% restante se recolecta de forma manual en pequeños comercios. Todos los establecimientos están obligados a recoger lo que venden, pero, según Elander, las grandes superficies se han dado cuenta que estas máquinas pueden ser también un reclamo para atraer clientes. "Las colocan al final de las tiendas", comenta.

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