domingo, 21 de agosto de 2011

Javier Marías, de nuevo




Un "hooligan" en el banco del Real Madrid


Los violentos hooligans, que tanta muerte y destrucción sembraron en Europa el siglo pasado, renacen hoy en el espíritu perturbado de un director técnico al que el Real Madrid contrató para conquistar un título y terminar con el apabullante dominio de su odiado rival: el excelso FC Barcelona, que va camino a ser (si no lo es ya) el mejor equipo de la historia del fútbol mundial. Es el ballet Bolshoi del césped que hace aparecer a sus rivales, incluido el Madrid, como una comparsa de curiquingues.

¿Cómo frenar a este equipo catalán que tiene la fantasía y la precisión con que interpreta la Filarmónica de Londres la mejor sinfonía de los grandes maestros? Pegando, interrumpiendo el juego con recursos selváticos, apagando la luz de la inteligencia a fuerza de hachazos asesinos.

En el 2002, en la capital española, en la librería deportiva de Esteban Sanz Martínez, compré un libro que desde entonces leo con deleite en cada ocasión. Se llama Salvajes y sentimentales y fue escrito en el 2000 por el gran novelista y ensayista español Javier Marías, un fanático merengue.

Se trata de una lectura deliciosa donde Marías desmenuza al Barcelona (el de antes de Josep Guardiola), acostumbrado a ver ganar Copas en sucesión a los madrideños. “Se dice que los madridistas no sabemos perder, y nada más cierto, no estamos acostumbrados a ello”. Y continúa sobre los catalanes: “El Barcelona ha sido tradicionalmente un equipo exquisito y melancólico, con jugadores delicados dados a la depresión”.

El Madrid fue siempre un equipo caballeroso. El mejor del siglo XX, según las estadísticas internacionales. Pero ahora es tanta la vergüenza que hasta Marías salió a criticarlo. En un artículo titulado ‘Un chamán de feria’, publicado en el diario El País, en mayo pasado, el académico afirma: “El Madrid no se quejaba bajo ningún concepto. Si se le anulaba un gol injustamente, era un lance o un azar del juego y había que meter otro, eso era todo. Lo mismo en lo que respecta a penaltis pitados o no pitados, a expulsiones rigurosas o injustificadas, a lesiones de jugadores fundamentales. El Madrid seguía atacando con diez o con nueve, no se daba por vencido, casi ni admitía un empate, sobre todo en su propio feudo”.

Sobre los técnicos de la época del pudor madridista sostiene: “Sus entrenadores podían tener más o menos talento, pero solían saber dónde estaban y eran educados. Aquí no se buscan excusas, aquí no se protesta, se acepta la derrota cuando el otro ha sido mejor o la suerte no ha acompañado. Se intenta el triunfo siempre, aunque se corra el riesgo de salir goleado; aquí nunca se siente uno vencido de antemano. Ese ha sido mi Real Madrid desde que tengo memoria futbolística”.

Con evidente dolor Marías reconoce: “(Florentino Pérez, presidente blanco) será un lince para sus negocios, qué duda cabe, pero está demostrando ser un hombre poco inteligente para haberse entregado a un chamán de feria como Mourinho, alguien mucho menos inteligente aún que él. Un individuo que no sabe de fútbol y al que el Madrid le trae sin cuidado, que no tiene reparo en traicionar su centenaria tradición y en arrojar sobre él una mancha que se hará difícil borrar”.

Y reniega Marías: “Lo que no puede ser es que el propio equipo dé vergüenza, en el campo y fuera de él. Se le toleran el juego pobre y el escaso acierto, pero no un entrenador omnipotente, omnipresente y malasangre. Un quejica que acusa a otros siempre, un individuo dictatorial, ensuciador y enredador, soporífero en sus declaraciones. Nada inteligente, mal ganador y mal perdedor”.

No sabemos si la UEFA, con la experiencia de las tragedias provocadas por los hooligans, pondrá un freno definitivo a Mourinho, responsable de repetidas vergüenzas y culpable de mandar a pegar sin piedad a verdugos obedientes como el matarife Pepe, Carvalho, Ramos y Marcelo. Mourinho juega con fuego y la UEFA deberá sofocarlo o auspiciar la hecatombe que se aproxima.

RICARDO VASCONCELLOS R

El Universo (Ecuador), 18 de agosto de 2011





Los enamoramientos

La historia es muy antigua -narrada por Plinio el Viejo, escritor romano- y conocida. Ha dado pie a un famoso proverbio, "zapatero, a tus zapatos", que no tiene nada que ver con nuestro actual presidente del Gobierno, y que los españoles aplicamos a todos los que se ocupan de asuntos que no son los suyos. Cuenta Plinio que el pintor griego Apeles exponía sus cuadros en la vía pública, con la idea de conocer de primera mano lo que los ciudadanos opinaban de su obra. Un día un zapatero lo criticó por cómo representaba una sandalia, defecto que Apeles se apresuró a corregir. Con posterioridad el mismo zapatero se permitió llamarle la atención sobre la pantorrilla, a lo que Apeles le respondió con una frase cuya traducción podría ser la que he indicado: zapatero, a tus zapatos.

Comprendo que este preámbulo, aparentemente, no tiene nada que ver con la obra del escritor Javier Marías cuyo título es el de este artículo, pero he querido empezarlo así porque, la verdad sea dicha, no se me da nada bien la crítica literaria. La he practicado varias veces y no creo que con demasiado éxito, y ha sido una consecuencia del entusiasmo que, como lector empedernido, he experimentado tras la lectura de algún libro en mi opinión memorable; digamos un "must" literario. Desgraciadamente, la afición a la lectura ha decaído mucho en nuestro país -mejor dicho, en todo el mundo-, y como no da lugar al entusiasmo que rodea, por ejemplo, a las grandes producciones cinematográficas, muchas obras publicadas -novelas, ensayos, poesía...- de mucho valor pasan desapercibidas para el gran público.

Como antes he dicho, no se me da bien la crítica literaria; prefiero escribir una novela antes que la crítica de una obra ajena. En la novela, una vez resuelta la línea argumental y bosquejados los personajes, basta tomarse el asunto en serio y dedicarle las horas que sean precisas hasta culminarla. Por supuesto que ello no basta para garantizar el éxito, aunque es un primer paso que, con constancia y dedicación, puede fructificar en el futuro. En la crítica literaria, la que solemos leer en los periódicos, el asunto se presenta complicado, pues debemos compendiar en uno o dos folios las sensaciones que hemos experimentado tras leer la obra de turno. Para salir airosos de la prueba, los críticos -todos, los literarios, los musicales, los artísticos...- utilizan una serie de frases hechas, de lugares comunes, que intentan trasladar a los futuros lectores su opinión sobre la obra de turno.

Pero no olvidemos -ya lo dijo el gran Calderón- que todo en el mundo es según el color del cristal con que se mira, con lo cual quizá quiso manifestar que las opiniones son subjetivas; en definitiva, que no son vinculantes. El Guernica de Picasso a mucha gente no le gusta, y lo mismo podemos decir, hablando de pintura, de las obras de Kandinsky, Chagall o Miró. Si nos fijamos en la música, la sinfónica moderna apenas se oye en las salas de concierto, y si nos detenemos en el género literario está a la vista el fracaso de escritores autoproclamados "innovadores", con sus obras en unos casos sin puntuación y en otros alterando el normal desarrollo de la acción con subterfugios que solo consiguen el aburrimiento del lector.

Por todo lo dicho con anterioridad comprenderán los lectores las reticencias que me embargan en este momento. Hablar de la última novela de Javier Marías es un verdadero riesgo para quien, como yo, es un novato en la materia; ya ha sido elogiada por los mejores críticos del mundo para que ahora venga yo a sumarme al carro. Pero me da pena que la novela en cuestión, como tantas otras en España, pase desapercibida incluso para los que mantienen cierta relación con el ambiente literario. Me aprovecho de El Día, de su gran difusión, de su gran número de lectores, y he puesto como título de este artículo -ya lo dije antes- el de la novela de Marías con la intención de llamar la atención. Si así ha sido, miel sobre hojuelas, de modo que este es mi mensaje: no se la pierdan. El autor ha recibido a lo largo de su vida -solo tiene 59 años- dieciséis premios literarios de gran prestigio, siendo elogiada sobre todo su trilogía Tu rostro mañana, que un prestigioso crítico considera como "la primera verdadera obra maestra literaria del siglo XXI". Esta que comento, sin embargo -ya dije que en esto de los juicios domina la subjetividad-, tiene en mi opinión valores que no se encuentran en aquella. La trama es muy leve; la prosa empleada, brillantísima, con un lenguaje rico en expresiones pero sin pedanterías; los personajes increíblemente bien descritos, y la solución final, aunque se intuye, perfectamente asumible por el lector.

En fin, aunque me parece mentira, he llegado al final, cosa que al principio dudé. Y aún me queda espacio para una nueva recomendación: cuando la lean recomiéndensela a sus amigos. Se lo agradecerán.

JORGE ROJAS HERNÁNDEZ

El Día (Canarias), 18 de agosto de 2011

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