martes, 9 de agosto de 2011

Presi guay. Manuel Hernández.



Si algo he aprendido en mi ya dilatada experiencia como discente y como docente (entre ambas abarcan toda mi vida consciente) es que el más dañino de los personajes del mundo educativo es el profe guay. El profe guay no destaca ni por su formación, ni por su dedicación, ni por sus aptitudes didácticas, ni por su compañerismo ni por sus dotes organizativas o comunicativas. En ausencia de esas aptitudes, intenta satisfacer su infinito narcisismo a base de desacreditar el trabajo de los demás y, como alternativa a todo lo que desacredita, propone… a sí mismo. Su diagnósitico de cualquier problema es siempre el mismo: todos derivan del hecho lamentable de que los demás no son como él. Y, ¿cómo es él? Pues alguien que se desvive por romper el hielo, dialogar, crear confianza, convertir la comunidad educativa en una peña de amiguetes. En resumen, un profe que, más que un profe, es un colega. Y Dios te libre de negarte a apuntarte a la peña, porque lo único en lo que el profe guay es realmente experto es en anatemizar a quien no le siga la corriente y lo único sagrado para él es la peana moral a la que se ha encaramado.

De vez en cuando un profe guay consigue que una mayoría de alumnos, colegas y padres bailen al son que les toca. Pero la fiesta dura poco porque la tozudez de los hechos no tarda en dejar claro que es la solución de los problemas lo que crea buen rollito, y no al revés. Hasta que el profe guay descubre que la única manera de alcanzar su fantasía de dar gusto a todo el mundo es pasar a un discreto segundo plano.

Es un trago amargo porque el profe guay es constitutivamente exhibicionista. Pero no le queda otra. A los que le siguieron la corriente por puro cinismo es inútil que se arrime porque para ellos se ha vuelto invisible. Y de los que sinceramente sucumbieron a sus halagos, más le vale guardar una distancia prudencial. Un poco airoso desenlace que quienes nunca quisieron bailar el agua al profe guay (y padecieron por tanto las consecuencias de no hacerlo) no pueden evitar contemplar con una cierta fruición.

Es cierto lo que dice el cartel de la ilustración. Lo malo es que también vale para Anakin Skywalker/Darth Vader. Es el peligro de los profes que se empecinan en ignorar las limitaciones de su oficio, así que la primera lección que deben aprender lo profesores, especialmente los que tienen veleidades de emular a Obi-Wan Kenobi es una cura de humildad.

Mi experiencia en política activa es escasa y la docente, como he dicho, bastante dilatada. Pero la verdad es que da un poco igual, porque para descubrir los estragos que causan los profes guay no hace falta mucha experiencia; es de las primeras cosas que se aprenden (de hecho la mayoría de los profesores lo aprenden ya de alumnos). Y descubrir que las miserias de la política y las del mundillo educativo son similares tampoco requiere mucho rodaje. La prueba es que ya lo sé hasta yo. Claro que me he estrenado bajo la presidencia del presi guay más guay de la historia del mundo mundial.



Manuel Hernández, Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Murcia.

Podéis encontrar más información sobre su carrera profesional en la página webs.um.es/mhi. y en http://manuelhernandez.upyd.es/


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