viernes, 25 de noviembre de 2011

Estolidez local. José Antonio Montano

Esta ha sido la primera vez en mi vida en que he votado con algo de convencimiento, y por lo tanto la primera en que he sentido en la cara el puñetazo de la ley D’Hondt. Mientras me escocía, he estado pensando. Y me he dado cuenta de la estólida jaula que supone.

Básicamente, lo que hace es ponerle un cerco provincial al individuo. El viejo anhelo cosmopolita de escapar de lo provinciano es lo que aniquila la ley D’Hondt. Con la ley D’Hondt, la provincia vence. Al individuo que está en minoría en ella se le arrebata la posibilidad de sumarse a otros como él, si están en otras.

No es de extrañar el triunfo de los nacionalistas. La ley D’Hondt es una estructura que genera su propio contenido: al disgregar el electorado y confinarlo en compartimentos estancos, desactiva el universalismo y potencia el localismo. Establece un eficaz sistema de cortafuegos ideológico, por el que solo tienen posibilidades lo masivo o lo palurdo. Por decirlo en términos musicales: lo mainstream o lo folclórico; jamás lo indie. El votante solitario y universalista pierde en favor del acumulativo y provincial.

Yo no puedo sumarme a uno de Zamora que piense como yo, porque mi voto es cazado y aniquilado por los aduaneros de la provincia. Tampoco puedo hacer piña con uno de Vizcaya para impedir que se sienten en el Parlamento los correligionarios del asesino de su padre. No se prima las amplias miras, sino el ceporrismo. Un millón de votantes decentes diseminados por todo el país tienen menos posibilidades que trescientos mil canallas apelotonados en un territorio.

Publicado por José Antonio Montano el 21 de noviembre de 2011.

José Antonio Montano nació en Málaga en 1966. Empezó Filosofía y Periodismo y terminó Filología Hispánica.

No hay comentarios: