martes, 20 de octubre de 2015

A varios megas de distancia.

Cada vez se dan más casos de ruptura amorosa por adulterio digital,casos de mujeres y hombres que tienen pareja estable pero le son infieles en chats, en SMS, email o 'watsap'. No es que esos adúlteros virtuales se citen o se acuesten, sino que se envían varios mensajes cada día, hola cómo estás, se animan, se jalean, se consuelan de cualquier adversidad, se brindan consejos, se dan la razón en todo, se prestan apoyo emocional, se dicen que se quieren, que se añoran, se dicen piropos y hasta obscenidades, se manifiestan amor y adoración, todo ello sin consecuencias físicas pues por la circunstancia que sea -a menudo incluso viven en ciudades diferentes- no tienen ocasión de verse a solas, o se ven muy poco.
Cuando su pareja real resulta que es un fisgón que le ha espiado sus mensajes y se los reprocha, el pillado se justifica diciendo que se trata de una relación afectuosa, eso es innegable, incluso íntima, incluso amorosa, pero no cuenta, porque al fin y al cabo es sólo platónica. Dice que «no hemos llegado a nada», que sólo tontean. En efecto, aunque a menudo los amores digitales tienen su origen en una o dos remotas noches entre sábanas reales, el caso es que no se ha presentado ocasión o verdaderas ganas de repetirlo o incluso se ha eludido. Pero que haya habido o no contacto físico es casi lo de menos, pues en ese intercambio de mensajes hay más intensidad y complicidad y se muestra más cariño e incluso compromiso con los pesares y alegrías del corresponsal que el que se muestra con la pareja real.
Si los franceses llaman al amor la tendre guerre, la guerra tierna, los amores tecnológicos, los amores a varios megas de distancia, que están de tan palpitante actualidad, se parecen a las guerras de hoy, que se libran con drones, sin arriesgar la vida, guerras sin víctimas propias, como estas relaciones sin riesgo de incurrir en desacuerdos, sin el tedio de la rutina, riesgo de embarazos indeseados ni enfermedades de transmisión sexual. La explicación de este fenómeno, dice una especialista americana, tiene que ver con el hecho de que estas relaciones que te mantienen invisible y a salvo favorecen la desinhibición.
El bienestar que esto genera puede llevar a la dependencia, y muchos adultos cambian a su pareja por sus relaciones virtuales. Es cierto que hay muchas cosas que cuesta decirlas a la cara, pero no tanto escribirlas. Yo creo que muchas veces los amores digitales son conversaciones interminables entre gente que en realidad no se quiere conocer. Se demuestra que lo que la gente precisa y requiere es, más que sexo, atención: sentirse real e importante para alguien. La atención sostenida del otro, del ser externo, lejano, invisible, aporta excitación a tu vida, que en realidad, como bien sabes, muy interesante no es.
Digitalmente compartida, cualquier nimiedad que te pasa se ve realzada, y tú te conviertes en protagonista de tu día, y es como si todos los días fueran tu cumpleaños. Estás enamorado de ti mismo, que en realidad es lo que pasa tantas veces cuando uno cree estar enamorado de otro.
Ignacio Vidal-Folch. 
Publicado el 17 de octubre de 2015

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