domingo, 27 de marzo de 2016

El oficio de vivir. Cesare Pavese

La única alegría en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante. Cuando falta esta sensación -prisión, enfermedad, hábito, estupidez- uno quisiera morir .
Y por eso cuando una situación dolorosa se reproduce idéntica -parece idéntica- nada vence su horror.
El principio antedicho no es en modo alguno de un viveur. Porque hay más hábito en la experiencia a toda costa ( cfr. el feo «viajar a toda costa» ), que en los carriles normales aceptados debidamente y vividos con transporte e inteligencia. Estoy convencido de que hay más hábito en las aventuras que en un buen matrimonio. Porque lo propio de la aventura es conservar una reserva mental de defensa; por lo cual no existen buenas aventuras. Es buena la aventura a la cual uno se abandona: el matrimonio, en suma, incluso los hechos en el cielo.
Quien no siente el perenne recomenzar que vivifica una existencia normal y conyugal es, en el fondo, un necio que, por mucho que diga, tampoco siente un verdadero recome.nzar en cada aventura.
La lección es siempre una sola: lanzarse de cabeza y saber aguantar el castigo. Es mejor sufrir por haberse atrevido a obrar en serio, que to shrink [retroceder] (¿o to shirk? [esquivar, eludir]). Como en el caso de los hijos: lo exige la naturaleza, por lo demás, y echarse atrás es cobarde. Al final -ya se ha visto- se paga más caro.


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