jueves, 25 de noviembre de 2010

Gloria Morodo: «Para las mujeres hay muchas edades crueles»


Soltera y sin nadie a su cargo, alguien podría pensar que la suya no es la peor de las historias de nuestro paro con nombre y apellido. Pero la edad de Gloria Morodo, 55, el alquiler y todos los gastos de un piso para asumir ella sola la sitúan en una delicada franja de riesgo. Después de agotar todo su paro -dos años-, el pasado julio empezó a percibir los 426 euros de ayuda a los desempleados.

-426 euros... ¿Cómo se estiran?

-Bueno, antes de llegar a los 426, ya te acostumbras. Yo cobraba 970 del subsidio de desempleo, que es muchísimo. Y ahorraba. Aprendí a no comprar nada extra. Salgo una vez cada tres meses de Barcelona, o de noche. En dos años, no he hecho vacaciones... Compro marcas blancas y cocino para varios días y lo congelo.

-¿Cómo llegó al paro?

-Trabajaba en una multinacional de cáterings aéreos y, cuando las compañías de aviación empezaron a retirar los menús de los vuelos, el propietario vendió la empresa.


-Saltó del barco antes de hundirse, y la tripulación como usted, ¿qué?

-Nos compró la competencia y, entonces, sobró gente y aplicaron un ERE. En julio del 2008, después de 17 años en la empresa, me pagaron 33 días por año y me dijeron adiós.

-¿Qué sintió?

-En un primer momento, no me asusté. Empecé a buscar trabajo. Pero, como veía que no encontraba nada, me apunté a hacer cursos.


-¿De qué?

-Me saqué el nivel C de catalán y entré en una academia a preparar oposiciones a auxiliar administrativa.

-¿Las pasó?

-Sí. Pero en tres meses llegó la crisis brutal y el Gobierno aplicó los recortes de personal. Si convocan unas oposiciones, que cumplan. Sin crisis, esto se habría resuelto antes. Ahora tengo unas oposiciones aprobadas, pero a corto plazo no me soluciona nada. Sigo buscando.

-¿Y la llaman para entrevistarla?

-Poco. Ni como teleoperadora. Dicen que no tengo experiencia. Como si una secretaria, que es lo que hice siempre, no cogiera el teléfono... Pero no es la experiencia lo prioritario; importa más que seas joven.

-¿Está abierta a todo?

-Sí, incluso a moverme de ciudad y a trabajar en cualquier cosa. Yo lo que quiero es volver a trabajar. Sueño con el día en que pueda celebrarlo.

-¿Cuál es su método para buscar?

-Internet, la Oficina de Treball de la Generalitat y los amigos.

-¿Qué enseña estar en paro?

-A vivir con menos y que cuando trabajamos nos quejamos de que siempre hacemos lo mismo: madrugar. Pero yo me levanto y digo: ¿qué hago hoy? Tengo todo el día por delante. Ahora, en las vigilias, escribo una lista de cosas para el día siguiente.

-Y mañana, ¿qué toca?

-Aún no la tengo hecha, pero bueno, más o menos... Gimnasio y biblioteca, seguro. Con las bibliotecas lo han hecho muy bien, es un gran servicio para la sociedad.

-No suena mal. Además, el gimnasio es gratis para quien está en paro.

-Pero no lo dicen. A mí me daba vergüenza preguntar si tenía derecho a la entrada gratis por ser desempleada. Deberían decirlo, porque en el gimnasio, además de cuidar el cuerpo, no piensas. Tan importante es la mente como el cuerpo.

-Si piensa...

-Lo más fácil es deprimirse. Tienes todos los números para hundirte.

-¿Confía en las elecciones?

-Uy... Si yo supiera que alguien iba a cambiar esto, le votaba, aunque fuera contraria ideológicamente. Pero nadie piensa en los parados. Me indignó el debate de los toros, no por la decisión final, sino porque debates así deberían ser para temas como el paro y sus soluciones.

-¿Qué cree que está en manos de la política para casos como el suyo?

-De igual forma que subvencionan a las empresas para contratar a disminuidos, que las obliguen a ocupar a gente de mi edad. Nuestra experiencia de vida también enriquece. Para las mujeres, además, hay muchas edades crueles. Si tienes treinta y pico y estás casada, te preguntan si tienes intención de tener hijos.

-Paciencia tiene.

-Sí, pero una se cansa de tener paciencia. El trabajo de buscar trabajo es el más duro de todos. Haces muchas cosas y no ves el resultado.

-¡Mucha suerte!


Entrevista publicada el 15 de noviembre de 2010 en El Periódico de Catalunya

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