martes, 4 de enero de 2011

Los peces de la amargura.


Dormía mal. Según Juani, andaba de noche por la casa.Ésa no se aguanta de dolor, me susurraba. De día le notábamos el entrecejo arrugado. Aquella tarde que entró en el comedor me sorprendió que mostrara interés por el acuario. Sin embargo, allá estaba mirando atentamente lo que yo hacía. Me preguntó qué función cumplía la pastilla. Le dije que era la comida del chupador. Ahora anda por ahí escondido. Es muy cobarde. Pero la encontrará siempre la encuentra- Ya pronto iba a hacer un año.- La hija quiso saber dónde estaábamos cuando sonó la explosión. Juani y yo nos tenemos prohibido sacar el tema ¿dan en la radio o en la televisión la noticia de un atentado? Nosotros ni media palabra. La hija en cambio habla de la tarde de su desgracia cada vez que le viene en gana. La tarde que fui a sacar dinero, suele decir. Le respondíamos que habíamos oído el estruendo desde casa. Sí, peri desde qué sitio de la casa. Juani ni se acordaba ni quería acordarse. Yo estaba con mis peces. Aitá, tú y tus peces.Juani le saltó como una gata: mejor que se entretenga con los peces que yendo a los bares. La hija se descolgó con una de sus réplicas. A mi me dan a escoger entre ser un pez en el acuario del Aitá y ser lo que soy y no lo dudo un instante. Como de costumbre, algunos peces nadaban cerca de la pastilla caída sobre las piedras del fondo. La olían sin llegar a mordisquearla. La pastilla es para el chupador y ellos lo saben. A la hija se le soltó la risa. La pastilla, el chupador, decía.!Hay ver lo fácil que lo tienen algunos para ser felices!. Le entró el capricho por saber cuál de los peces creía yo que podía ser ella si ella fuera uno de mis peces. A través de la puerta cerrada se oía la voz de la hija. Ven a saludarme, no me dejes aquí sola. "

Los peces de la amargura.
Fernando Aramburu.

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