lunes, 15 de junio de 2009

Camboya



Entre el 17 de abril de 1975 y el 7 de enero de 1979, los habitantes de Camboya sufrieron la más despiadada dictadura que haya nunca registrado la historia. Un pequeño grupo de revolucionarios trató de imponer a toda una sociedad su visión utópica del paraíso en la Tierra. Con un resultado: convirtieron el país en un infierno. Más de dos millones de camboyanos murieron de hambre, enfermedades, torturados o ejecutados en las interminables purgas que perpetró sobre su propio pueblo el régimen de terror de los jemeres rojos, bajo el mando de Pol Pot. Hoy los camboyanos han despertado de la pesadilla, pero insisten en recordar al mundo el genocidio que padecieron sus padres y hermanos en aquellos aciagos días, con la esperanza de que no pueda repetirse tamaño error y tanto horror, ni en su país ni en ningún otro país.

Aulas convertidas en celdas
Se calcula que entre 14.000 y 15.000 camboyanos (hombres y mujeres, niños, ancianos ) fueron encarcelados en esta prisión a lo largo del periodo jemer rojo. Todos ellos fueron repetidamente torturados, forzados a confesar crímenes falsos, y posteriormente trasladados al campo de exterminio de Choeung Ek, para ser ejecutados y enterrados allí. De estas 15.000 personas, se sabe que sólo 7 salieron con vida. La dictadura de los jemeres rojos de Pol Pot había prohibido a la población camboyana el consumo de cualquier producto manufacturado de origen occidental. Ello no impidió que los mismos oficiales de la prisión S-21 utilizaran cámaras fotográficas para realizar fotos de los camboyanos que eran encarcelados allí, con el fin de confeccionar un archivo de fichas de los prisioneros. Este archivo se ha rescatado y se conserva hoy en una base de datos bibliográfica, biográfica y fotográfica difundida por el Cambodian Genocide Program.

Se hicieron más de 5.000 fotografías de los detenidos en la prisión S-21 que estaban en proceso de interrogatorio y ejecución. Se desconoce la identidad de la mayoría de las víctimas. Una pequeña selección de las fotos se exhibe en paneles instalados en el Museo del Genocidio de Tuol Sleng. El CGP solicita a quienes puedan aportar alguna información, faciliten nombres y otros datos biográficos de las víctimas desconocidas que hayan podido reconocer. Cada ciudadano que no fuera un simple campesino, tenía, en un momento u otro, que escribir su autobiografía, y luego reescribirla de nuevo, de forma que, si había mentido, se descubriera y condenara a sí mismo. Por lo tanto, tenía que tener muy buena memoria si pertenecía, o había sido cercano, a aquellas categorías de personas destinadas al exterminio, de forma que si ocultaba algo sobre sí mismo, tenía que hacerlo con lógica y consistencia. A los interrogadores, que probablemente seguían cursos de entrenamiento por todo el país, se les pedía que usaran la tortura para obtener información meticulosa y documentada. Tenían que desbaratar a toda costa los complots o detectar a aquéllos que, en el futuro, podrían conspirar contra el régimen.

Orquesta formada por víctimas de minas

El individuo, muy a menudo un '17 de abril', era considerado como irredimible a ojos de los jemeres rojos. Para los cautivos en las prisiones, estas confesiones les llevaban a una completa autodegradación y a la autotraición, previas a la muerte: a confesar, en medio de atroces sufrimientos, que uno era un traidor a sueldo de una potencia extranjera, y a dar nombres.
Los jemeres rojos hacían preguntas, pretendiendo saber ya las respuestas. Esto no era completamente inexacto, ya que cada acusado era llevado ante su interrogador con documentación sobre su persona, suministrada voluntaria o forzosamente. Indiquemos también que se daba por garantizado que los individuos asiáticos no podían sino formar parte de una familia o un clan. Los investigadores no podían imaginar que los miembros de una familia pudieran adoptar posturas políticas divergentes, o que cualquiera pudiera actuar según su propio e individual libre albedrío. Ello puede explicar porqué los jemeres rojos ejecutaban a familias enteras, incluyendo a los niños muy pequeños.

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