sábado, 27 de junio de 2009

Cuidado con ellas


FERNANDO SAVATER 23/06/2009


Se publica en castellano la tercera parte de Millenium, de Stieg Larsson, y se multiplican los intentos de descifrar el secreto del éxito de esta serie. Naturalmente, el único secreto de los best sellers es que gustan a más lectores que el común de los libros: si hubiera otra clave del éxito, no se escribirían en el mundo más que best sellers. Después de profundas reflexiones, he llegado a la conclusión de que a los best sellers les viene bien tener muchas páginas (ya sé que El niño del pijama a rayas es una excepción, pero no me pidan normas sin excepciones). Los libros de Larsson tienen tramas interesantes -es decir, son cuentos de hadas modernos- pero además son larguísimos. El segundo tiene al comienzo por lo menos cien páginas que parecen un catálogo de Ikea y mucho, muchísimo relleno. No deja de ser curioso que en nuestro mundo de zapping se pida concisión y elipsis en la imagen pero se consienta el desbordamiento inacabable en los escritos. Enigmas del gusto popular...


Lo que a todos resulta evidente es que el mayor acierto de los libros de Larsson es el personaje de Lisbeth Salander, representante de una feminidad nada convencional, polivalente y cuando llega el caso implacablemente agresiva. Pasaron los tiempos de heroínas que lloran y gritan pidiendo socorro, pero también el de las que encarnan siempre formas protectoras carentes de tinieblas y hasta perversidad eficaz. Ahora las de mayor aceptación no son víctimas del monstruo sino en cierta forma monstruos ellas mismas: encarnaciones de lo sobrenatural ambiguo y no sólo de la naturaleza maternal.
Así es por ejemplo la niña/niño castrado vampiro de la muy sugestiva novela Déjame entrar, de John Ajvide Lindqvist (editorial Espasa), que ha sido llevada al cine de forma lograda. Si les gustó la película, no se pierdan el libro; y si no la han visto en cine, léanla primero y luego vayan a verla. Pero no todo son vampiros en este mundo, gracias a Dios: también hay hombres lobo. Y mujeres lobas que comparten con sus machos los problemas de su condición maldita sin privarse de compensaciones eróticas a su desasosiego, como la protagonista de Cry wolf, de Patricia Briggs (editorial Versátil), primera entrega de la saga Alfa y Omega. El macho alfa y la hembra omega, en fin, ustedes dirán...
Y luego están las niñas fantasmas, como la que protagoniza Lo que perdimos, primera novela de la inglesa de origen irlandés Catherine O'Flynn (editorial Seix Barral), amable espectro que alarma un centro comercial de Birmingham, cuyos múltiples usuarios son descritos de un modo algo moroso para mi gusto. Mucho más interesante me resulta la historia de Tamsin (editorial Nabla), inventada por el especialista en el género Peter S. Beagle (autor de El último unicornio). Un cuento bastante sobrecogedor de la amistad entre dos niñas, una viva y otra fantasmal, amenazadas por el amor posesivo de otro espectro inquisitorial... Quienes han disfrutado con Harry Potter y sus compañeros no deberían perdérsela. Por lo demás, estos relatos confirman de sobra el viejo dicho: que las chicas buenas van al cielo, pero las malas a todas partes...

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