domingo, 15 de febrero de 2009

La sombra

Una antigua fábula de Plinio el Viejo († 79 d.C.) sitúa el origen de la pintura en Corinto, donde una joven muchacha, hija del alfarero Butades de Sición, habría trazado el contorno de su amante sobre una pared, ayudada por la luz de una vela. “La sombra” como tema artístico ha estado indivisiblemente unida a la historia del arte occidental; su intencionalidad ha sido fundamentalmente naturalista, al subrayar la verosimilitud de lo representado, pero cada época la ha dotado de connotaciones diferentes. La presente exposición, además de tratarse de la primera gran monográfica sobre el tema, se propone llamar la atención del público sobre la existencia de caminos transversales y mostrar los hilos, a veces ocultos, que unen diferentes épocas y artistas pese a la distancia cronológica que les separa.





Joseph Wright of Derby (1734-1797)
La doncella corinta



En las salas del Museo se presentan las obras que van desde el siglo XV hasta fines del siglo XIX, en un completo recorrido por algunos de los principales artistas que han representado y utilizado la sombra proyectada en sus composiciones. Tras un primer espacio de introducción dedicado a mostrar el mito de la sombra en el origen de la pintura, la muestra arranca con algunos ejemplos destacados de su estudio y utilización en la creación de perspectivas por parte de los artistas del Renacimiento, así como de las connotaciones simbólicas que tuvo en la época; el itinerario continúa con la obra de los pintores tenebristas del Barroco y su espectacular uso de luces y sombras, sigue con su incorporación como elemento narrativo fundamental en la época romántica y postromántica, hasta llegar a la representación de la sombra y la luz en el Impresionismo y el Simbolismo. Están presentes, entre otros, artistas como Jan Van Eyck, Lorenzo Lotto, Rembrandt, George de La Tour, Francisco de Goya, Camille Pissarro, Claude Monet, Édouard Vuillard, Félix Valloton o Santiago Rusiñol.



Jan Van Eyck (1390-1441)
Díptico de la anunciación



La mayoría de los pintores antiguos muestra desinterés por la sombraEn su breve ensayo acerca de la sombra en la pintura, el gran historiador E. H. Gombrich señala la poca fortuna que la sombra proyectada ha tenido en la historia del arte. Entre los pintores, incluso entre los más eminentes, han sido minoría los que la han tenido en cuenta. Las razones son variopintas, si bien quienes saben de ello aducen dos fundamentales: por un lado, las religioso-metafísicas, que, desde el neoplatonismo, la identificaban con el mundo de las apariencias (la caverna platónica) y hacían de ella, por tanto, un motivo escasamente atractivo en una iconografía imbuida de teología cristiana, y, por otro, las de índole técnica, debidas a la renuencia de los pintores a enturbiar sus composiciones con un elemento tan ubicuo y distorsionador.
Santiago Rusiñol (1861-1931)
Vista del jardín de la Isla de Aranjuez

La sombra se deja ver marginalmente en el Renacimiento, estrechamente relacionada con el interés por la perspectiva; aunque anecdótica, pues es la luz la que ostenta el protagonismo, tiene una novedosa vida en el Barroco, sobre todo con los seguidores de Caravaggio, que conciben sus obras para refulgir en la oscuridad iluminada por las velas; y reaparece, asociada ya a lo tenebroso y siniestro, en el Romanticismo; pero no es hasta el siglo XX cuando atrae por sí misma la atención de un número considerable de artistas. En realidad, antes del pasado siglo prácticamente sólo aparecía como motivo central en las representaciones del mito del nacimiento de la pintura que, siguiendo a Plinio el Viejo y a Quintiliano, lo situaban en los primeros intentos de delinear el contorno de la sombra de un hombre, así como en las contadas recreaciones del episodio de la vida de san Pedro en el que éste sana a unos enfermos imponiéndoles su sombra.




No hay comentarios: