sábado, 19 de junio de 2010

Bhopal







La justicia es lenta e injusta con los pobres. No importa en qué rincón del planeta siempre actúa de forma inhumana con quien no puede defenderse. Casi 26 años después del accidente de Bhopal, un tribunal indio ha emitido una primera sentencia condenatoria. No se trata de un éxito tardío, sino de una mofa: dos años de prisión para ocho personas por el delito de matar a miles. El responsable último de aquel envenenamiento colectivo es una multinacional estadounidense, la Union Carbide, ahora bajo el paraguas mayor de Dow Chemical. Eligió India por sus sueldos de miseria y la escasez de controles medioambientales. La regla es simple: menos gasto más beneficio. Es capitalismo puro, salvaje, aunque también se llama explotación.
Hay más escándalo social y político hoy por el vertido petrolero del golfo de México, que aún no ha matado a nadie, que por la impunidad de uno de los mayores crímenes químicos de los últimos años. Me gusta lo que dice en la BBC uno de los supervivientes, Ashutosh Jhureley: “Justicia retrasada es justicia negada”. También me gusta lo escrito por Dominique Lapierre y Javier Moro en Era medianoche en Bhopal:
Es muy probable que nadie imaginase una secuencia de errores para que la factoría de Bhopal pudiera pasar de ser un gran fabricante a gran escala de un “beneficioso pesticida”, el Sevin, panacea universal contra las plagas de insectos a ser recordada como la peor pesadilla industrial del siglo XX. La fabricación de Sevin implicaba la mezcla de gas fosfeno con gas monometilamina, con lo que se obtenía isocianato de metilo que, añadido alfa naftol, daba por fin el ansiado Sevin. El isocianato de metilo es un gas que mata por edema pulmonar. Unión Carbide acumuló un largo historial de vertidos. Su planta en Virginia es responsable de que los habitantes de los alrededores de la sede americana de la compañía superen en un 21% la media del país.
El presidente de la multinacional, Warren Anderson, optó por no regresar a India para enfrentarse a un juicio. No hay leyes en Estados Unidos que puedan obligarle, o perseguirle en casa por graves delitos exteriores, y si las hay, no se aplican. No hay siquiera casi 26 años después un acuerdo sobre el número de víctimas (muertos, heridos y enfermos), quizá porque no hay acuerdo sobre qué es una víctima.
Ramón Lobo




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