Naderev Saño tuvo que tomarse una pausa durante su intervención en el foro sobre cambio climático de la ONU. El jefe de la delegación filipina estaba llorando de impotencia.
Era diciembre de 2012 y durante aquel encuentro, el supertifón de categoría 5 Bopha arrasaba la isla filipina de Mindanao. Cientos de miles de personas perdieron su hogar. Decenas de seres humanos desaparecieron en el océano.
Aquella catástrofe no era nueva para la isla de Mindanao: en diciembre de 2011 la tormenta tropical Washi había causado más de 600 muertos.
“Mientras estamos aquí sentados negociando, mientras vacilamos, la lista de muertos sigue creciendo. La destrucción es masiva. […]Señora Presidenta, nunca hemos visto un tifón como Bopha. No hemos visto una tormenta semejante en los últimos 50 años. […]Señora Presidenta, hablo en nombre de 100 millones de filipinos. Hago una llamada urgente, no como negociador, no como líder de mi delegación, sino como filipino.Llamo a los líderes del mundo para que abran los ojos a la realidad. Por favor, no más retardos, no más excusas.Hagamos que 2012 sea recordado como el año en que encontramos el coraje para tomar responsabilidad del mundo que queremos. Pregunto a todos los que estamos aquí: Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Si no es ahora, ¿cuándo? Si no es aquí, ¿dónde?Gracias, señora Presidenta”
La sala se levantó para aplaudir.
Los gobiernos no llegaron a ningún acuerdo. El discurso de Saño apenas tuvo un hueco en la sección dedicada a la cooperación internacional en el periódico británico The Guardian.
Tras los desastres de 2011 y 2012, aquí estamos, un año después, contando las miles de víctimas por el tifón Haiyan.
Pero no nos preocupemos: los muertos no son ni europeos ni estadounidenses. Su dolor desaparecerá pronto de nuestras portadas y lo volveremos a olvidar.
Publicado por Principia Marsupia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario