
D. Manuel Gómez Moreno que recorría la provincia con el encargo de de preparar el Catálogo Monumental de Zamora y entonces se encontró con la iglesia parroquial de San Pedro de la Nave. El granadino enseguida se dio cuenta de que estaba ante un monumento especial, una iglesia visigoda, tal y como él la definió. Sus primeras notas y fotografías serían fundamentales para el estudio del templo, no imaginan cuánto. El catálogo de monumentos por diversos problemas no sería editado hasta 1927 pero Gómez Moreno dejó plasmado su interés por esta iglesia de San Pedro en el estudio que publicó de la misma en 1906 en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones. Esa publicación haría que desde Bellas Artes se hicieran todos los informes favorables y el 22 de abril de 1912 la iglesia del pueblo de San Pedro de la Nave fue declarada monumento nacional.


El valor de expropiación de los terrenos a los a los que se ordene hacer el traslado de ese templo visigodo deberá ser, aproximadamente, igual al de los terrenos en que hoy está instalado.
Este es el artículo 15 de ese real decreto. Gracias a él la empresa Saltos del Duero quedó obligada a salvar la iglesia. Mucho tuvo que ver en esto el empeño de D. Severiano Ballesteros, director del museo provincial de Zamora, que desde 1919 venía haciendo peticiones formales para que se impidiese la construcción del pantano ya que era un proyecto del que se venía hablando muchos años. El 4 de julio de 1930 Bellas Artes, dirigida entonces por Gómez Moreno, encarga el trabajo de salvaguarda del monumento al arquitecto Alejandro Ferrant. Se barajaron varios métodos para hacerlo. Incluso se llegó a proponer acomodar la iglesia en una plataforma de hormigón que hiciera como balsa, llenar el embalse y dejar que de este modo que la iglesia «navegase» así, enterita, hasta el lugar elegido para su emplazamiento, o protegerla de las aguas por un muro. Afortunadamente estas ideas fueron desechadas. Imaginen dónde estaría el templo ahora. La iglesia sería desmontada, piedra a piedra, sillar a sillar, friso a friso, capitel a capitel, basa a basa. Piedras numeradas y trasladadas. ¿Trasladadas a dónde? Pues tras un acalorado debate que incluyó la opción de llevar la iglesia al Castillo de Zamora y que enfrentó a los dos periódicos de la ciudad se decidió, de acuerdo con el alcalde de San Pedro de la Nave, dejarla en El Campillo, población que distaba 1,5 km de San Pedro y donde no había templo. Siempre los habitantes de El Campillo habían acudido a la iglesia de San Pedro de la Nave, ahora la iglesia iría a ellos. Dos años de trabajo y cien mil pesetas de la época después, en 1932, la iglesia de San Julián y Santa Basilisa se hallaba sana y salva en El Campillo y ya siempre sería «la iglesia de San Pedro de la Nave», el pueblo que no volvería a aparecer en ningún mapa.
Publicado por Silvia Castellanos en Jot Down
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