jueves, 24 de abril de 2014

Una vida sencilla



En Una vida sencilla, la directora china Anne Hui cuenta la historia real de la relación entre Roger Lee, productor clave del cine hongkonés, y Tao Jie, la criada que trabajó con su familia durante décadas: Lee es productor y coguionista de la película, dato que, quizá, sea preciso traer a colación para identificar desde dónde se cuenta esta historia de hombre apresurado que decide, contra la inercia de su propia vida, pararse y devolver algo de lo recibido cuando la cuidadora anciana sufre un infarto y se queda sin otros asideros afectivos. También es un dato que permite entender por qué la película no se formula incómodas preguntas de clase, ni se interroga sobre la posible condescendencia de su propio planteamiento. Es difícil no pensar en un tácito elogio de la servidumbre, por ejemplo, cuando uno contempla la escena en que Deannie Yip —que, por este papel, se convirtió en la primera actriz hongkonesa en recibir la copa Volpi— actúa como implacable directora de casting para las candidatas al puesto. No obstante, uno no puede sino asombrarse ante el tacto, la precisión, la elegancia y el palpable y legítimo humanismo de la mirada de Anne Hui a la hora de abordar un tema y unas relaciones que, sin duda, hubiesen sido material abrasivo en manos de un director occidental. La sobriedad con que la cineasta plantea el inevitable desenlace de esta oda al equilibrio de los afectos ofrece una auténtica lección magistral de contención y bloqueo de todo golpe bajo emocional.

Jordi Costa. El Pais

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