domingo, 20 de abril de 2014

La leyenda de la ciudad invisible de Kitej y la doncella Fevroniya



La penúltima de las dieciséis [óperas] que compuso [Rimsky-Korsakov], La leyenda de la ciudad invisible de Kitej y la doncella Fevroniya (en su novelesco título completo), estrenada en San Petersburgo en febrero de 1907, es una de las que mejor nos permite conocer la vertiente fantástica de su música y el influjo del Simbolismo, en mi opinión decisivo para entender esa peculiar fusión ‘rimskiana’ de lo místico y lo sensual. La obra arranca con un primer acto de intenso diálogo lírico entre sus protagonistas, la rústica y visionaria doncella Fevroniya y el príncipe Vsevolod. Es una parte conversacional que hace pensar en Wagner, cuya huella se deja notar más en el texto literario del libretista Vladimir Belsky que en la partitura. El coro va cobrando importancia a medida que avanza la acción, en un segundo acto lleno de colorido local y apuntes expresionistas encarnados por el crucial personaje grotesco del «filósofo ebrio» Grishka Kuterma, tan «gogoliano». Es magistral el modo en que se amalgaman, sobre todo a partir del tercer acto, los sucesos verídicos de las batallas contra los invasores tártaros y el perfil legendario de la ciudad invisible, Kitej la Grande, que aparece y desaparece al toque de las campanas, momentos de gran belleza en la obra. Imposible olvidar, junto al de Gogol, el sello de Pushkin, escritor muy determinante en la obra vocal y sinfónica de los principales compositores rusos del grupo de «Los Cinco». La verdad histórica, el realismo de toques costumbristas y la fábula cristalizan con gran potencia dramática en los dos cuadros, separados por un intermedio orquestal, del acto cuarto de La leyenda de la ciudad invisible de Kitege. Es el brillante desenlace de un trágico cuento de hadas con apariciones espectrales y portentosas aves del paraíso, en el que la opulenta musicalidad de Rimsky-Korsakov plasma la languidez amorosa tan característica del decadentismo finisecular, sin por ello renunciar al molde melódico del folklore y de la liturgia que siempre inspiraron al compositor.

Vicente Molina Foix, escritor,  en el Libro de la Temporada 2013-2014 dels Amics del Liceu.

No hay comentarios: