martes, 1 de septiembre de 2009

La Posada del Peine

Considerado uno de los hoteles más antiguos de la ciudad, la Posada del Peine se encuentra en la calle de Postas (principal parada de diligencias de la capital), junto a la Plaza Mayor. Se trata de uno de los lugares emblemáticos por su historia y su céntrica ubicación. Se cree que se inauguró entre 1610 y 1616 por Juan Posada quien adquirió un local en la calle del Vicario Viejo (actual Pontejos) para proporcionar cama y comida a los viajantes que pasaban por la ciudad. El éxito del proyecto fue aumentando con el tiempo de tal modo que casi dos siglos mas tarde, se amplia el local en 1796 adquiriendo la fachada que da a la calle San Cristóbal. Para ello se contó con los servicios de los arquitectos Francisco Álvarez Acevedo y Juan de Villanueva. La última reforma se efectuó en 1891, dando lugar al actual edificio al anexionarse el edificio de la calle Postas 17.


Se trataba de un gran establecimiento para la época. La posada contaba finalmente con más de 150 habitaciones, entre exteriores (más espaciosas y cómodas) e interiores (más pequeñas y sin ventanas ni ventilación). Tan incómodas eran estas últimas, que merecieron el dicho de “…parecer la Posada del Peine…” a algo cutre, desaliñado y poco salubre.Se dice incluso que algunas habitaciones (hay constancia de la número 126) tenían un pasadizo secreto tras el armario, que comunicaba con otras habitaciones, y alguna conducía a una sala secreta. Esto parece que tenía una finalidad de ocultar fugitivos o mercancías de contrabando.El éxito de este establecimiento era el competitivo precio de sus habitaciones, al valer entre 1 y 1,5 pesetas la noche en 1909.

Además de las habitaciones, la gente podía dormir sentada en los pasillos, donde se pagaba por un trozo de cuerda.Especialmente los arrieros, que no ganaban gran cosa, dormían sentados y apoyando el codo y la cabeza en una gruesa cuerda que recorría todo el pasillo pegada la espalda pared.


En 1970 la posada cerró sus puertas hasta el año 2005, momento en que fue reformado totalmente su interior y restaurado su exterior para dar lugar al actual hotel de cuatro estrellas.


Su nombre no es casualidad. Viene dado por un dato muy peculiar: en sus inicios, para impedir que los viajeros se lo llevaran, en sus habitaciones se contaba con un peine atado a una cuerda, como servicio adicional para sus clientes.


A lo largo de la historia de la literatura podemos encontrar numerosas referencias históricas sobre la Posada del Peine. Se sabe que entre sus paredes se alojaron entre otros, la viuda de Gustavo Adolfo Bécquer, Casta Esteban o el pintor Solana. El edificio fue además objeto del discurso de ingreso en la Academia de la Lengua de Camilo José Cela.



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