miércoles, 21 de enero de 2009

El secreto de educar


“El programa se parecía más a la educación de hoy que a la de entonces”, opina la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, al recordar su experiencia como alumna del vanguardista y elitista colegio Estudio de Madrid. Lo hace en El secreto de educar, un documental que acaba de salir a la luz. Su directora, Sonia Tercero, también ex alumna, quiere rescatar del olvido la valiente historia de tres mujeres -Jimena Menéndez-Pidal, Ángeles Gasset y Carmen García del Diestro- que, pese a la oposición del régimen franquista, sacaron adelante una escuela con un planeamiento pedagógico heredero del krausismo. Las tres fundaron el colegio en 1940, convencidas de que pronto se restituiría el Instituto Escuela, al que también estaba unido Ramón y Cajal. El régimen tenía en mente su fuerte conexión con la República, de modo que los inicios fueron casi en la clandestinidad. El beneplácito franquista se logró gracias a la intermediación de un militar, cuando ya se había impuesto un ambiente hermético y familiar. Según Sonia Tercero, ello explica que casi 70 años después perviva la “concepción de clan” de unos ex alumnos orgullosos, que en muchos casos matriculan a sus hijos en Estudio y acuden a actos de reencuentro.
Durante la dictadura, la separación de los sexos tan sólo existió a ojos de los inspectores del régimen. Su llegada provocaba un gran revuelo; apenas había tiempo para fingir la segregación. “Nos enseñaron a votar cuando nadie votaba en España. En cada clase había un presidente, un secretario, un tesorero…”, cuenta el escritor Javier Marías en El secreto de educar.
Tras mudarse en repetidas ocasiones por el centro de Madrid -entre ellas, a la casa de los Menéndez Pidal-, el colegio se estableció en 1967 en un terreno rodeado de naturaleza en Aravaca, en el extrarradio de la capital. Un lugar perfecto para su planteamiento pedagógico, que busca despertar la curiosidad por el entorno natural y para practicar deporte, fundamental en el colegio.
La memoria, piensan en Estudio, no puede ser la base del aprendizaje y los libros sólo son de consulta. Son los propios alumnos quienes encuadernan al final de curso el trabajo diario que han ido archivando y el propósito es que sirva a la larga para ir engarzando el resto de conocimientos.
ELISA SILIÓ

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